Página 620 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

616
Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
y cuando salí del tren, dijeron: ‘Este tren va en dirección completa-
mente equivocada. Hay que volverlo en sentido contrario’. Tanto el
Hno. White como la Hna. White se apoderaron de los manubrios que
movían la maquinaria para hacer girar la mesa y tiraron con todas
sus fuerzas. Ningún hombre trabajó tan fuerte impulsando un carro
manual como lo hicieron ellos en los manubrios de la tornamesa. Me
detuve y observé hasta que vi que el tren empezaba a dar la vuelta,
entonces hablé en alta voz y dije: ‘Está moviéndose’, y me uní para
ayudarles. Le presté poca atención al tren; estábamos determinados
a llevar a cabo nuestro trabajo de hacer girar la mesa.
“Cuando habíamos cumplido nuestra tarea, miramos hacia arri-
ba, y todo el tren estaba transformado. En vez de los vagones de
pasajeros bajos, mal ventilados en los cuales habíamos estado yendo,
había vagones amplios, altos, bien ventilados, con ventanas gran-
des y claras, completamente adornados e iluminados en una muy
espléndida forma, más elegante que ningún hotel o carro Pullman
que haya visto. La línea férrea estaba nivelada, suave y firme. El tren
estaba lleno de pasajeros cuyos rostros se veían alegres y felices,
aunque mostraban una expresión de confianza y solemnidad. Todos
[522]
parecían expresar la mayor satisfacción por el cambio que había
ocurrido y la mayor confianza en la exitosa travesía del tren. Los
Hnos. White iban a bordo esta vez, y su semblante rebosaba de gozo
santo. Al empezar el tren a moverse, yo estaba tan rebosante de gozo
que desperté, con la impresión en mi mente que el tren tenía que
ver con la iglesia de Battle Creek y con asuntos relacionados con la
causa en ese lugar. Mi mente estaba perfectamente clara respecto
a mi deber de ir a Battle Creek y dar una mano de ayuda a la obra
allá. Me siento contento porque he estado aquí para ver cómo la
bendición del Señor acompaña las arduas labores del Hno. y la Hna.
White al poner los asuntos en orden.
J. N. Loughborough
”.
Antes de partir de Monterrey, el Hno. Loughborough me entregó
el siguiente relato de otro sueño que tuvo en torno a la fecha del
fallecimiento de su esposa. Esto me fue motivo de ánimo también.
“‘El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño’.
Jeremías
23:28
.
“Una mañana, después de meditar sobre las aflicciones de los
Hnos. White, su conexión con el mensaje del tercer ángel, y mi
propio error de no mantenerme al lado de ellos en sus aflicciones;