Página 621 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Conflictos y victoria
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y después de tratar de confesar mis faltas al Señor e implorar sus
bendiciones sobre los Hnos. White, me retiré para descansar.
“Pensé en mi sueño que estaba en mi ciudad natal, al pie de una
ladera. Hablé con bastante fervor y dije: ‘¡Oh, que pueda encontrar
esa fuente de toda sanidad!’ Vi que llegaba un joven bien vestido,
el cual me dijo en tono muy agradable: ‘Te conduciré a la fuente’.
Dirigió el camino, y traté de seguirlo. Atravesamos la ladera de la
montaña, pasando con mucha dificultad tres húmedos lugares, por
los cuales corrían pequeñas corrientes de agua lodosa. No había
forma de cruzar estas corrientes sino solamente vadeando. Habiendo
logrado esto llegamos a terreno hermoso y tierra firme, a un lugar
donde la ribera formaba un ángulo y una gran fuente de agua muy
pura y cristalina brotaba a borbollones hacia la superficie. Se colocó
allí una espaciosa tina, muy parecida a la bañera de inmersión del
Instituto de Salud de Battle Creek. Un tubo corría desde la fuente
hasta un extremo del tanque, y el agua se derramaba por el otro. El
sol brillaba resplandeciente, y el agua brillaba reflejando sus rayos.
“Al acercarnos a la fuente, el joven no dijo nada, pero me miró
y sonrió con una expresión de satisfacción, y ondeaba una mano
hacia la fuente como para expresar: ‘¿No piensas que esta es una
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fuente que todo lo sana?’ Una compañía considerable de personas,
encabezada por el Hno. y la Hna. White, se acercó a la fuente desde
el lado opuesto a nosotros. Todos lucían alegres y felices, pero una
santa solemnidad se advertía en sus rostros.
“El Hno. White parecía mucho mejor de salud, y estaba feliz y
satisfecho, pero parecía cansado como si hubiera estado caminando
alguna distancia. La Hna. White tenía una taza grande en su mano,
la cual introdujo en la fuente, tomando del agua, y luego pasándosela
a otros. Me pareció que el Hno. White se dirigía al grupo y les decía:
‘Ahora tendrán una oportunidad de ver el efecto de esta agua’. Enton-
ces él tomó, e instantáneamente fue vivificado, así como sucedió con
los otros que tomaron de ella, causando en sus rostros un aspecto de
vigor y fortaleza. Me pareció ver que mientras el Hno. White estaba
hablando y bebiendo de vez en cuando un sorbo de agua, ponía
sus manos al borde del tanque y se zambullía por tres veces. Cada
vez que salía estaba más fortalecido que antes, pero se mantenía
hablando todo el tiempo y exhortando a otros a que se bañaran en
“la fuente” como él luego la llamó, y bebieran de la corriente de su