Página 623 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Conflictos y victoria
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la fortaleza para hacerlo; me lanzaré por fe; por mi cuenta fracaso.
Me presenté en la carpa tambaleante y extrañamente confundida,
pero dije a los hermanos predicadores que estaban al frente que si
ellos me apoyaban con sus oraciones, yo podría hablar. Me presenté
frente a la gente por fe, y en unos cinco minutos mi cabeza y mis
pulmones se aliviaron, y logré hablar sin dificultad por más de una
hora a 1.500 ansiosos espectadores. Después de haber terminado de
hablar, experimenté una sensación de bondad y misericordia divinas,
y no pude evitar pararme de nuevo para relatar mi enfermedad y la
bendición de Dios que me sostuvo mientras hablaba. Desde entonces
mis pulmones han sido grandemente aliviados, y mi salud ha ido
mejorando.
En el oeste nos encontramos con rumores que fueron como
bofetadas para mi esposo. Estos eran de actualidad para el tiempo
de la Asociación General, y eran distribuidos por todas partes del
campo. Mencionaré uno como ejemplo: Se dijo que mi esposo estaba
tan arrebatado por el dinero que se había envuelto en la venta de
botellas usadas. Los hechos son estos: Cuando estábamos a punto
de mudarnos, le pregunté a mi esposo qué podríamos hacer con una
cantidad de botellas viejas que teníamos. El me dijo: “Tíralas”.
En ese momento Willie, nuestro hijo, vino y se ofreció para
limpiarlas y venderlas. Le di permiso, y agregué que el dinero que
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obtuviera sería para él. Cuando mi esposo fue al correo, se llevó en el
carruaje a Willie con sus botellas. Era lo menos que podía hacer por
su fiel muchachito. Willie vendió las botellas y se guardó el dinero.
En el viaje al correo, mi esposo llevó a un hermano conectado con
la oficina de la Review, el cual fue conversando amigablemente con
él durante el viaje a la ciudad y de vuelta a casa. Al ver a Willie
acercarse al carruaje y preguntarle a su padre algo acerca del valor de
las botellas, y luego ver al farmacéutico conversando con mi esposo
acerca de lo que tanto le interesaba a Willie, este hermano, sin decirle
ni una palabra de eso a mi esposo, inmediatamente informó que el
Hno. White había ido al centro de la ciudad para vender botellas
viejas, y que por consiguiente tenía que estar loco. Lo primero que
escuchamos acerca de las botellas fue en Iowa, cinco meses más
tarde.
Estas cosas se han mantenido ocultas de nosotros, de modo que
no pudimos corregirlas, y han sido transportadas como en alas del