Página 641 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El peligro de la confianza propia
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que debieran haberse permitido con el fin de preservar la salud.
Ustedes debieran trabajar con prudencia y observar períodos de
reposo. Al hacer eso, podrán retener su vigor físico y mental, y hacer
que su labor sea mucho más eficiente. Hno. F, usted es nervioso y
actúa demasiado a partir de sus impulsos. La depresión mental tiene
mucha influencia en su trabajo. A veces usted siente falta de libertad
y piensa que es porque otros están equivocados o en oscuridad, o
que hay algo mal, que usted no puede precisar. En consecuencia se
lanza al ataque en cualquier parte y contra cualquiera, lo cual no
puede sino causar graves daños. Si cuando está en esta condición
de nerviosidad e inquietud se domina y descansa calmadamente en
Dios, preguntándose si el problema no estará en usted mismo, se
ahorraría de dañar su propia alma y herir la preciosa causa de Dios.
Vi que el Hno. F estaba en peligro de exaltarse si se le daba el po-
der de provocar intensas respuestas emocionales en la congregación
por medio de sus discursos. Por esa razón a menudo se consideraría
el predicador más efectivo. En esto, se engaña a sí mismo a veces. Si
bien puede ser momentáneamente el predicador más aceptable, no
por eso podría lograr el mayor bien. El predicador que puede afectar
en mayor grado los sentimientos, no da por ello evidencia de ser el
más útil.
Cuando el Hno. F es humilde y pone su confianza en Dios, puede
hacer mucho bien. Los ángeles vienen en su ayuda, y es bendecido
con claridad y libertad. Pero demasiado a menudo, después de un
tiempo especial de triunfo se ha exaltado y ha llegado a pensar que
es capaz de cualquier cosa, que él es algo, cuando sólo ha sido un
instrumento en las manos de Dios. Después de estos incidentes, los
ángeles de Dios lo han dejado librado a su propia y débil fuerza;
entonces, a pesar de ser él mismo el culpable, con demasiada fre-
cuencia ha culpado a sus hermanos y a la gente por la oscuridad y
debilidad que sentía. En este estado mental de infelicidad, frecuen-
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temente se vuelve contra éste o aquél, y aun cuando ni siquiera está
hecha la mitad de su trabajo, siente que debe salir de allí y empezar
obra en otra parte.
Vi que el Hno. F estaba en peligro de lanzarse a la batalla con-
fiando en sus propias fuerzas, pero en el conflicto verá que esa fuerza
no es sino debilidad. Mientras ha puesto su confianza en Dios, a me-
nudo ha tenido éxito en los combates con los opositores de nuestra