Esperando la segunda venida
            
            
              63
            
            
              días de (
            
            
              Daniel 8:14
            
            
              ) debían terminar en 1843. En conformidad con
            
            
              eso esperábamos que la venida de Cristo se produjera hacia el fin de
            
            
              ese año. Quedamos enormemente chasqueados cuando transcurrió
            
            
              el año sin que el Salvador viniera.
            
            
              Al comienzo no se percibió el hecho de que si el decreto no
            
            
              se promulgó a comienzos del año 457 a.C., los 2300 días no se
            
            
              completarían al final de 1843. Pero se estableció que el decreto se
            
            
              había dado cerca del final del año 457 a.C., y por lo tanto el período
            
            
              profético debía llegar hasta el otoño del año 1844. De modo que la
            
            
              visión del tiempo no se había demorado, aunque aparentemente había
            
            
              ocurrido tal cosa. Aprendimos a confiar en las palabras del profeta:
            
            
              “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el
            
            
              fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá,
            
            
              no tardará”.
            
            
              Habacuc 2:3
            
            
              .
            
            
              Dios probó a su pueblo en 1843 cuando no se cumplió lo que éste
            
            
              esperaba. El error cometido en el cálculo de los períodos proféticos
            
            
              no fue descubierto en seguida, ni siquiera por los eruditos que se
            
            
              oponían a las creencias de los que esperaban la venida de Cristo.
            
            
              Los eruditos declararon que el señor Miller estaba en lo correcto
            
            
              en su cálculo del tiempo, aunque estaban en desacuerdo con él con
            
            
              respecto al acontecimiento que ocurriría al final de ese período. Pero
            
            
              tanto ellos como el pueblo de Dios que esperaba la venida habían
            
            
              caído en un error común en su cálculo de la fecha.
            
            
              Creemos plenamente que Dios en su sabiduría se propuso que
            
            
              su pueblo sufriera un chasco, que fue bien planeado para poner de
            
            
              manifiesto lo que la gente tenía en el corazón y para desarrollar
            
            
              el verdadero carácter en los que habían afirmado que esperaban la
            
            
              [56]
            
            
              segunda venida del Señor y se regocijaban en ella. Los que habían
            
            
              aceptado el mensaje del primer ángel (véase
            
            
              Apocalipsis 14:6-7
            
            
              ) por
            
            
              miedo a la ira de los juicios de Dios, y no porque amaran la ver-
            
            
              dad y desearan recibir una herencia en el reino celestial, se habían
            
            
              mostrado como realmente eran. Se encontraron entre los prime-
            
            
              ros en ridiculizar a los que habían experimentado el chasco y que
            
            
              sinceramente anhelaban y amaban la venida de Jesús.
            
            
              Los que habían sido decepcionados no quedaron en tinieblas
            
            
              durante mucho tiempo, porque al investigar los períodos proféticos
            
            
              con oración ferviente, descubrieron el error y rastrearon la línea
            
            
              profética hasta el tiempo de la demora. En medio de la gozosa