Página 67 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Esperando la segunda venida
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días de (
Daniel 8:14
) debían terminar en 1843. En conformidad con
eso esperábamos que la venida de Cristo se produjera hacia el fin de
ese año. Quedamos enormemente chasqueados cuando transcurrió
el año sin que el Salvador viniera.
Al comienzo no se percibió el hecho de que si el decreto no
se promulgó a comienzos del año 457 a.C., los 2300 días no se
completarían al final de 1843. Pero se estableció que el decreto se
había dado cerca del final del año 457 a.C., y por lo tanto el período
profético debía llegar hasta el otoño del año 1844. De modo que la
visión del tiempo no se había demorado, aunque aparentemente había
ocurrido tal cosa. Aprendimos a confiar en las palabras del profeta:
“Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el
fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá,
no tardará”.
Habacuc 2:3
.
Dios probó a su pueblo en 1843 cuando no se cumplió lo que éste
esperaba. El error cometido en el cálculo de los períodos proféticos
no fue descubierto en seguida, ni siquiera por los eruditos que se
oponían a las creencias de los que esperaban la venida de Cristo.
Los eruditos declararon que el señor Miller estaba en lo correcto
en su cálculo del tiempo, aunque estaban en desacuerdo con él con
respecto al acontecimiento que ocurriría al final de ese período. Pero
tanto ellos como el pueblo de Dios que esperaba la venida habían
caído en un error común en su cálculo de la fecha.
Creemos plenamente que Dios en su sabiduría se propuso que
su pueblo sufriera un chasco, que fue bien planeado para poner de
manifiesto lo que la gente tenía en el corazón y para desarrollar
el verdadero carácter en los que habían afirmado que esperaban la
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segunda venida del Señor y se regocijaban en ella. Los que habían
aceptado el mensaje del primer ángel (véase
Apocalipsis 14:6-7
) por
miedo a la ira de los juicios de Dios, y no porque amaran la ver-
dad y desearan recibir una herencia en el reino celestial, se habían
mostrado como realmente eran. Se encontraron entre los prime-
ros en ridiculizar a los que habían experimentado el chasco y que
sinceramente anhelaban y amaban la venida de Jesús.
Los que habían sido decepcionados no quedaron en tinieblas
durante mucho tiempo, porque al investigar los períodos proféticos
con oración ferviente, descubrieron el error y rastrearon la línea
profética hasta el tiempo de la demora. En medio de la gozosa