Página 68 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
expectativa de la venida de Cristo no tomaron en consideración la
demora en el cumplimiento de la visión, debido a lo cual se produjo
una triste e inesperada sorpresa. Sin embargo, esta misma prueba
era necesaria para desarrollar y fortalecer a los sinceros creyentes
en la verdad.
Ahora nuestras esperanzas se concentraron en la venida del
Señor en 1844. Esta fecha coincidía con el mensaje del segundo
ángel, quien volando en medio del cielo anunció: “Ha caído, ha
caído Babilonia, la gran ciudad”
Apocalipsis 14:8
. Ese mensaje fue
proclamado por primera vez por los siervos de Dios en el verano
de 1844. Como resultado, muchos salieron de las iglesias caídas.
En relación con este mensaje se dio el clamor de medianoch
:
“¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”
Mateo 25:6
. En todos los
sectores del país se vio luz concerniente a este mensaje, y el clamor
despertó a miles de personas. Resonó de ciudad en ciudad y de aldea
en aldea hasta llegar a las regiones más remotas del país. Alcanzó a
los eruditos y talentosos tanto como a los ignorantes y humildes.
Ese fue el año más feliz de mi vida. Tenía el corazón lleno de
una gozosa expectativa, pero sentía gran piedad y preocupación por
los que se habían desanimado y no tenían esperanza en Jesús. Nos
unimos como pueblo en oración ferviente con el fin de obtener una
experiencia cristiana genuina y la evidencia inequívoca de que Dios
nos había aceptado.
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Necesitábamos gran paciencia porque había muchas personas
que se burlaban. Con frecuencia nos lanzaban referencias burlonas a
nuestro chasco anterior. “Ustedes no han ascendido; ¿cuándo esperan
subir al cielo?” Esta y otras burlas semejantes eran dirigidas contra
nosotros por gente conocida, que no temía a Dios, y aun por algunos
cristianos profesos que aceptaban la Biblia y que sin embargo no
habían conseguido aprender sus grandes e importantes verdades.
Sus ojos enceguecidos parecían percibir solamente un significado
vago y distante en la solemne amonestación, según la cual Dios “ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo” (
Hechos 17:31
), y
en la seguridad de que los santos serán llevados juntos a encontrarse
con el Señor en el aire.
Véase
Mateo 25:1-13
.