Página 69 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Esperando la segunda venida
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Las iglesias ortodoxas utilizaron todos los medios a su disposi-
ción para impedir que se extendiera la creencia en la pronta venida
de Cristo. En sus reuniones no concedieron oportunidad de hablar a
los que se atrevían a mencionar su esperanza en el pronto regreso del
Señor. Los seguidores profesos de Jesús rechazaron burlonamente
las nuevas de que Aquel a quien consideraban su mejor amigo pronto
vendría a visitarlos. Se encontraban alterados y enojados con los
que proclamaban las nuevas de su venida llenos de regocijo porque
pronto contemplarían a Cristo en su gloria.
Cada momento me parecía de la mayor importancia. Sentía que
trabajábamos para la eternidad y que los descuidados y faltos de
interés corrían el mayor peligro. Mi fe se encontraba sin estorbo
alguno, y me apoderé de las preciosas promesas de Jesús. El había
dicho a sus discípulos: “Pedid, y se os dará”
Lucas 11:9
. Creía
firmemente que todo lo que pidiera de acuerdo con la voluntad de
Dios ciertamente sería concedido. Me postraba con humildad a los
pies de Jesús, con el corazón en armonía con su voluntad.
Con frecuencia visitaba a diversas familias y me dedicaba a orar
con los que se sentían oprimidos por el temor y el abatimiento. Mi
Dios contestaba mis oraciones, y sin ninguna excepción la bendición
y la paz de Jesús descansaban sobre nosotros en respuesta a nuestras
humildes peticiones, y los que habían experimentado desaliento
recibían luz y esperanza que los llenaba de gozo.
Llegamos al tiempo cuando esperábamos la segunda venida es-
cudriñando diligentemente el corazón, con humildes confesiones y
abundantes oraciones. Cada mañana sentíamos que nuestra ocupa-
ción consistía en asegurar la evidencia de que nuestras vidas eran
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rectas delante de Dios. Aumentó el interés de los unos por los otros,
de modo que orábamos mucho con los demás y por los demás.
Nos reuníamos en los huertos y en los bosquecillos para estar en
comunión con Dios y elevar nuestras peticiones hacia él, porque
nos sentíamos más plenamente en su presencia cuando estábamos
rodeados por sus obras de la naturaleza. El gozo de la salvación
era más necesario para nosotros que la comida y la bebida. Cuando
había nubes que oscurecían nuestras mentes, no nos atrevíamos a ir
a descansar antes que éstas se hubieran disipado bajo el efecto de
nuestra seguridad de ser aceptados por el Señor.