Página 679 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Otras labores
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estos interesantes puntos para publicarlos en el Testimonio número
14. Los hermanos quisieron que repitiera esto en la reunión de la
tarde.
“Nuestra reunión durante el día había sido muy solemne. El
domingo de tarde sentí pesar tal carga sobre mí, que lloré a viva voz
por una media hora. El lunes se habían hecho llamados solemnes, y
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ahora el Señor los estaba haciendo llegar al blanco. El martes por la
tarde me fui a la reunión sintiéndome un poco más aliviada. Hablé
con toda soltura acerca de temas que había visto en visión, y que ya
he referido. Nuestra reunión fue muy libre. El Hno. Howard lloró
como un niño, así como también el Hno. Rodman. El Hno. Andrews
habló en forma fervorosa y conmovedora, y derramó lágrimas. El
Hno. Ball se levantó y confesó que esa tarde parecían haber en él
dos espíritus, uno de los cuales le decía: ‘¿Puedes dudar que este
testimonio de la Sra. White viene del cielo?’ Otro espíritu presentaba
ante su mente las objeciones que había desplegado ante los enemigos
de nuestra fe. ‘¡Oh! Si pudiera sentirme satisfecho -dijo él- acerca
de todas estas objeciones, si pudieran ser quitadas, sentiría que le
había hecho un gran mal a la Hna. White. No hace mucho envié
un artículo al periódico
La Esperanza de Israel
. ¡Qué no daría por
tener aquí ese artículo!’ Demostró tener profundos sentimientos, y
lloró profusamente. El Espíritu del Señor estaba en la reunión. Los
ángeles de Dios parecieron acercarse mucho, haciendo retroceder a
los ángeles malos. Nuestra reunión terminó bien.
Quedamos de acuerdo en hacer otra reunión más al día siguiente,
comenzando a las 10 de la mañana. Hablé de la humillación y
glorificación de Cristo. El Hno. Ball se sentó cerca de mí, y lloró
sin cesar mientras yo hablaba. Hablé durante una hora, y luego
comenzamos nuestras labores por los jóvenes. Los padres habían
ido a la reunión llevando consigo a sus hijos para que recibieran la
bendición. El Hno. Ball se levantó y confesó humildemente que no
había vivido como debía delante de su familia. Confesó ante sus
hijos y su esposa que había estado en una condición de apostasía, y
que en vez de haber sido una ayuda para ellos, había servido más
bien de estorbo. Las lágrimas fluyeron libremente; su fuerte cuerpo
se sacudía, y los sollozos no lo dejaban hablar.
“El Hno. Jaime Farnsworth se había dejado influenciar por el
Hno. Ball, y no había estado en plena comunión con los adventistas