Página 689 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El caso de Ana More
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era también guardadora del sábado. Cuando volvió, le dijo a la Hna.
More que podía quedarse con ella hasta el viernes por la mañana,
pero que su hermana había dicho que no le resultaba conveniente
recibirla. Más tarde la Hna. Strong supo que la verdadera excusa era
que la hermana no conocía a la Hna. More. Podría haberla recibido,
pero no quiso hacerlo.
La Hna. More le preguntó entonces a la Hna. Strong qué debía
hacer. La Hna. Strong era casi una extraña en Battle Creek, pero
pensó que podría acomodarla con la familia de un hermano pobre,
conocido suyo, que recientemente había llegado procedente del con-
dado de Montcalm. En eso tuvo éxito. La Hna. More se quedó hasta
el martes, día en que partió rumbo al condado de Leelenaw, vía
Chicago. Allí pidió prestado dinero para completar su jornada. En
Battle Creek había por lo menos algunos que conocían sus necesida-
des, puesto que no se le cobró nada por su breve permanencia en el
Instituto.
En cuanto volvimos del este, mi esposo, al saber que, a pesar
de nuestro pedido, no se había hecho nada por acomodar a la Hna.
More en un lugar que le permitiera venir en seguida a nuestro hogar
en cuanto volviéramos, le escribió que viniera tan pronto como le
fuera posible, a lo cual ella respondió como sigue:
“Leland, Condado de Leelenaw, Míchigan,
20 de febrero de 1868.
“Mi querido Hno. White,
Recibí su carta del 3 de febrero. Me encontró con mala salud,
por no estar acostumbrada a estos fríos inviernos del Norte, en los
que se acumula más de un metro de nieve en ciertos lugares. Los
que traen el correo lo hacen andando con raquetas.
ldquo;No me parece posible llegar a su casa antes que venga la
primavera. Aun sin nieve, los caminos son muy malos. Me dicen
que la mejor forma de hacer el viaje es esperar que se abra la nave-
gación, y viajar a Milwaukee, y de allí a Grand Haven para tomar el
ferrocarril rumbo al punto más cercano a su hogar. Yo había tenido
la esperanza de estar entre nuestro querido pueblo el otoño pasado,
pero no se me permitió ese privilegio.
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“Las verdades que creemos parecen más y más importantes, y
nuestra obra de preparar a un pueblo para la venida del Señor no
debe ser demorada. No sólo debemos estar nosotros vestidos con el