Página 690 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
traje de bodas, sino ser fieles en recomendarles a otros que también
se preparen.
“Quisiera poder ir a ustedes, pero parece imposible, o por lo
menos impracticable en mi delicado estado de salud, el hacer sola
una jornada así en pleno invierno. ¿Cuándo es la sesión de la Aso-
ciación General a que usted alude? Supongo que la
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traerá
eventualmente la información.
“Creo que mi salud ha sufrido por haber estado guardando el
sábado sola en mi cuarto, en medio del frío. Pero no me pareció
posible guardarlo si lo habitual era toda clase de trabajos y conver-
saciones mundanales, como sucede en el caso de los que guardan
el domingo. Creo que el sábado, en la vida de los que guardan el
primer día, es el día de más trabajo y el más ocupado. De hecho,
me parece que aun los mejores entre quienes guardan el domingo,
no guardan ningún día como debieran. ¡Oh, cuánto anhelo estar de
nuevo con los guardadores del sábado! Quiero que la Hna. White me
vea vestida con el vestido de la reforma. Que ella tenga la bondad
de enviarme un patrón, y cuando llegue allá se lo pagaré. Supongo
que cuando llegue a su casa, tendré que aprovisionarme. Me gusta
mucho. La Hna. Thompson piensa que le gustaría usar el vestido de
la reforma.
“He tenido dificultad para respirar, por lo que durante más de
una senana no he podido dormir. Supongo que la causa se debe a
que la chimenea de la estufa se rompió, y llena mi cuarto de humo
y gas a la hora de acostarse, de modo que tengo que dormir sin la
ventilación adecuada. En el momento no creí que el humo fuera
tan malsano, ni se me ocurrió que el gas impuro que generan la
madera y el carbón estuviese mezclado con él. Me desperté con una
sensación tan aguda de sofocamiento que no podía respirar si me
acostaba; terminé, pues, pasando el resto de la noche sentada. Nunca
antes había sentido las terribles sensaciones del ahogo. Comencé a
temer que nunca volvería a poder dormir. Por lo tanto, me resigné a
ponerme en las manos de Dios para vida o muerte, rogándole que
me salvara la vida si todavía me necesitaba en su viña; de otro modo,
yo no tenía ningún deseo de vivir. Me sentí plenamente reconciliada
con la mano de Dios sobre mí. Pero también sentí que se debían
resistir las influencias satánicas. Le ordené entonces a Satanás que
se retirara de mí, y le dije al Señor que no haría ningún intento de