Página 697 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El caso de Ana More
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More me ha despertado plenamente para ver la obra de Satanás en
el acto de privarnos de medios económicos.
¡Pobre Hna. More! Cuando supimos que había muerto, mi es-
poso se sintió sumamente mal. Ambos sentimos como si hubiera
desaparecido una querida madre, cuya compañía hubieran anhelado
nuestros corazones. Algunos podrán decir: ‘Si hubiéramos estado en
lugar de los que supieron algo de los deseos y necesidades de esta
querida hermana, no hubiéramos actuado como ellos’. Espero que
nunca tengan que sufrir las punzadas de la conciencia que algunos
deben sentir por haber estado tan interesados en sus propios asuntos
que rehusaron llevar ninguna responsabilidad en su caso. Que Dios
tenga piedad de los que le tienen tanto miedo a ser engañados, que
descuidaron a una digna y abnegada sierva de Cristo. Como excusa
por este descuido se ofreció la siguiente observación: Nos han mor-
dido tantas veces que les tenemos temor a los extraños. ¿Fue eso lo
que nos instruyeron el Señor y sus discípulos, que fuésemos muy
cautelosos y no recibiéramos a los extraños, para no arriesgarnos
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a cometer un error y que nos mordieran la mano por cuidar de una
persona indigna?
Pablo exhorta a los Hebreos: “Permanezca el amor fraternal”. No
nos engañemos pensando que hay un tiempo cuando no se necesitará
esta exhortación, cuando podrá terminarse el amor fraternal. El
apóstol continúa: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por
ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Leamos (
Mateo 25
),
desde el (
versículo 31
) en adelante. Leedlo, hermanos, la próxima
vez que abráis la Biblia en vuestras devociones familiares matinales
o vespertinas. Las buenas obras que realizaron aquellos a quienes
se les dio la bienvenida al reino, le fueron hechas a Cristo en la
persona de su pueblo sufriente. Los que hicieron esas buenas obras
no sentían que hubieran hecho nada por Cristo. No habían hecho
más que cumplir su deber para con la humanidad sufriente. Los
que estaban a la mano izquierda no podían comprender que habían
abusado de Cristo al descuidar las necesidades de su pueblo. Pero
habían descuidado a Jesús en la persona de sus santos, y por este
descuido debían ser consignados al castigo eterno. Y se especifica
en forma definida un punto de su descuido en estos términos: “Fui
forastero y no me recogisteis”.