Página 703 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Cocina saludable
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desánimo ya está haciendo su obra y tentándolas a decir: “No hay
caso; no puedo hacer esto”. No es éste momento de censurar. La
voluntad se está debilitando. Necesita el incentivo de las palabras
animadoras, alegres y llenas de esperanza, como: “No importan los
errores que has hecho. Estás aprendiendo, y no debe extrañarte si
cometes errores. ¡Prueba otra vez! Pon mucha atención a lo que
hagas. Ten mucho cuidado, y seguramente tendrás éxito”.
Muchas madres no se dan cuenta de cuán importante es esta
rama de conocimiento, y en vez de darse el trabajo y molestia de
instruir a sus hijos y soportar sus errores y fracasos mientras éstos
aprenden, prefieren hacerlo todo ellas mismas. Y cuando sus hijas
fracasan en sus esfuerzos, las envían a otro lado diciéndoles: “No
hay caso; tú no puedes hacer esto. Me estorbas y molestas más de lo
que me ayudas”.
De este modo los primeros esfuerzos de los aprendices les aca-
rrean el rechazo, y el primer fracaso enfría de tal modo su interés y
deseo de aprender, que temen probar otra vez, y ofrecen coser, tejer,
o limpiar la casa; cualquier cosa menos cocinar. En esto, la madre
tiene mucha culpa. Debiera haberlos instruido pacientemente para
que por medio de la práctica obtuvieran la experiencia necesaria
para eliminar su torpeza y los movimientos imprecisos del trabajador
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sin experiencia. Añadiré aquí extractos del Testimonio número 10,
publicado en 1864:
“Los hijos que han recibido toda clase de atenciones y servicio,
siempre esperan lo mismo. Y si no se cumplen sus expectativas,
se sienten defraudados y se desaniman. Esta misma disposición se
manifiesta a través de toda su vida; se sienten incapaces y se reclinan
sobre los demás en busca de apoyo, esperando que se los favorezca
y se les ceda el paso. Y si experimentan oposición, aun después de
haber llegado a ser adultos, consideran que se los está maltratando.
Así van por el mundo, preocupados, incapaces de soportar su propio
peso, a menudo murmurando y demostrando su irritación porque no
todo les acomoda.
“Los padres equivocados les están enseñando a sus hijos leccio-
nes que les resultarán ruinosas, y a la vez están plantando espinas
para sus propios pies. Piensan que al cumplir todos los deseos de sus
hijos y permitirles seguir sus propias inclinaciones, podrán ganarse
el amor de ellos. ¡Cuán grande error! Los hijos que reciben esta