Página 704 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
indulgencia crecen sin restringir sus deseos, inflexibles en sus dis-
posiciones, egoístas, exigentes y dominantes, una maldición para sí
mismos y para todos los que los rodean. En gran medida, los padres
sostienen en sus propias manos la felicidad futura de sus hijos. A
ellos les toca cumplir la importante obra de formar el carácter de
esos hijos. Las instrucciones que reciban en su niñez los seguirán a
través de toda su vida. Los padres siembran la semilla que brotará y
dará fruto para bien o para mal. Pueden preparar a sus hijos e hijas
para ser felices, o para ser miserables.
“A los hijos debiera enseñárseles desde muy pequeños a ser
útiles, a ayudarse a sí mismos y también a los demás. Muchas hijas de
esta generación pueden, sin que les remuerda la conciencia, ver a sus
madres trabajar, cocinar, lavar o planchar mientras ellas se quedan
en la sala leyendo cuentos, tejiendo o bordando. Sus corazones son
duros como la piedra. Pero, ¿dónde se origina este mal? ¿Quiénes
son por lo general los mayores culpables en esta situación? Los
pobres padres engañados. Pasan por alto el bien futuro de sus hijos,
y en su cariño equivocado, los dejan estar ociosos, o cumplir sólo
deberes insignificantes, que no requieren el ejercicio de la mente ni
de los músculos; y luego excusan a sus hijas indolentes porque son
débiles. ¿Qué las hizo ser débiles? En muchos casos se debe a la
conducta errónea de los padres. Si hicieran una cantidad suficiente
de ejercicio en el hogar, eso les mejoraría tanto la mente como el
cuerpo. Pero a los niños se los priva de esto a causa de ciertas
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ideas erróneas, hasta que le toman aversión al trabajo. Lo hallan
desagradable; no se ajusta a sus ideas de la nobleza. Se piensa que
lavar los platos, aplanchar o lavar ropa no es digno de una dama,
y que es hasta algo vulgar. Esta es la instrucción de moda para los
niños en esta época desdichada.
“El pueblo de Dios debiera ser gobernado por principios más
elevados que los de los mundanos, los cuales procuran medir toda su
conducta conforme a los dictados de la moda Los padres temerosos
de Dios debieran preparar a sus hijos para una vida de utilidad...
Prepárenlos desde su juventud para llevar cargas. Si los hijos no están
acostumbrados al trabajo, pronto se sentirán cansados. Se quejarán
de dolor en el costado, o en los hombros, y de cansancio en sus
brazos y piernas; y por simpatía correréis el peligro de hacer vosotros
mismos el trabajo, en vez de dejarlos sufrir un poco. Que la carga