Página 71 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Esperando la segunda venida
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Quedamos chasqueados, pero no desalentados. Resolvimos so-
meternos pacientemente al proceso de purificación que Dios consi-
deraba necesario para nosotros, y aguardar con paciente esperanza
que el Salvador redimiera a sus hijos fieles y probados.
Permanecimos firmes en nuestra creencia de que la predicación
de una fecha definida era de Dios. Esto fue lo que indujo a ciertos
hombres a investigar la Biblia con diligencia, descubriendo verdades
que antes no habían percibido. Jonás fue enviado por Dios a procla-
mar en las calles de Nínive que dentro de cuarenta días la ciudad
sería destruida; pero Dios aceptó la humillación de los habitantes de
Nínive y amplió su período de prueba. Sin embargo, el mensaje que
Jonás llevó había sido enviado por Dios, y los habitantes de Nínive
fueron probados de acuerdo con la voluntad divina. El mundo consi-
deraba nuestra esperanza como un engaño y nuestro chasco como el
fracaso correspondiente.
Las palabras del Salvador en la parábola del siervo malvado se
aplican definidamente a los que ridiculizan la pronta venida del Hijo
del hombre: “Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi
Señor tarda en venir, y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun
a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo
el día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará
duramente, y pondrá su parte con los hipócritas”.
Mateo 24:48-51
.
Encontramos en todas partes a los burladores que el apóstol
Pedro había dicho que vendrían en los últimos días, siguiendo su
propia concupiscencia y diciendo: “¿Dónde está la promesa de su
advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron
todas las cosas permanecen así como desde el principio de la crea-
ción”.
2 Pedro 3:4
. Pero los que habían esperado la venida del Señor
no carecían de consuelo. Habían obtenido conocimientos valiosos
en la investigación de la Palabra. Ahora comprendían con mayor
claridad el plan de salvación, y encontraban una admirable armonía
en toda la Palabra, porque un pasaje bíblico explicaba otro y no
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había ninguna palabra utilizada en vano.
Nuestro chasco no fue tan grande como el de los discípulos.
Cuando el Hijo del hombre entró triunfante en Jerusalén, ellos es-
peraban que fuera coronado rey. La gente vino de todas partes y
exclamaba: “¡Hosanna al Hijo de David!”
Mateo 21:9
. Y cuando
los sacerdotes y ancianos le pidieron a Jesús que hiciera callar a la