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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
se siembra. Ustedes no aprecian los sentimientos y los sufrimien-
tos del cónyuge. A Dios le desagrada el espíritu duro, insensible y
apegado al mundo que usted posee. Hno. C, el amor al dinero es
la raíz de todos los males. Usted ha amado el dinero y al mundo;
la enfermedad de su esposa le ha parecido una imposición severa,
terrible, sin darse cuenta de que en gran medida es culpa de usted
que ella esté enferma. Usted no posee los elementos de un espíritu
satisfecho. Se entretiene en pensar en sus problemas; la escasez y la
pobreza que usted vislumbra en su imaginación parecen acecharlo a
la vuelta de la esquina; se siente, por lo tanto, afligido, inquieto y en
agonía. Su cerebro parece estar en llamas, y su espíritu se deprime.
Usted no aprecia el amor a Dios y la gratitud sincera que debiera
sentir por todas las bendiciones que su bondadoso Padre celestial ha
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derramado sobre usted. Ve solamente las incomodidades de la vida.
Una especie de locura mundanal lo encierra bajo pesadas nubes
de espesa oscuridad. Satanás se regocija porque usted se sentirá
miserable a pesar de que la paz y la felicidad están a su alcance.
A veces, usted escucha una disertación; la verdad lo afecta, y se
despiertan los poderes nobles de su mente, dispuestos a controlar
sus acciones. Logra ver cuán poco ha sacrificado para Dios, cuán
intensamente se ha aferrado al yo, y se siente atraído hacia lo co-
rrecto por la influencia de la verdad; pero cuando se aparta de esta
influencia sagrada, santificadora y suavizante, se ve que no la posee
en
su propio
corazón; y pronto vuelve a caer presa de los mismos
sentimientos estériles y carentes de simpatía. Trabajo, trabajo; ¡hay
que trabajar! El cerebro, los huesos y los músculos se esfuerzan al
máximo para obtener medios que su imaginación le dice que va a
necesitar, si quiere librarse de la escasez y el hambre. Este es un
engaño de Satanás, una de sus astutas trampas que lo llevan a usted a
la perdición. “Basta al día su afán”. Pero usted se prepara su propio
tiempo de angustia para caer en él antes de tiempo.
Usted no tiene fe, amor ni confianza en Dios. Si los tuviera,
confiaría en él. Pero deja que sus preocupaciones lo desprendan de
los brazos de Cristo, temiendo que él no va a cuidar de usted. Así
sacrifica su salud. Dios no es glorificado en su cuerpo y espíritu,
que le pertenecen a él. No hay en su hogar una influencia dulce
y alentadora que suavice y se oponga al mal que predomina en
su naturaleza. Los poderes elevados y nobles de su mente se ven