Página 720 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
que se acostumbre a tal atmósfera puede disfrutar de salud. Ella se
ha entregado en este sentido a la indulgencia propia, a tal punto que
no puede visitar los hogares de sus hermanos sin resfriarse. Por su
propio bien, y por el de quienes la rodean, debe cambiar este estado
de cosas. Debiera acostumbrarse al aire, aumentando un poco cada
día, hasta que pueda respirar el aire puro y vigorizador sin sufrir
malos efectos. La superficie de su piel está casi muerta, porque no
tiene aire para respirar. Sus millones de boquitas están cerradas,
porque las han atascado las impurezas del sistema, y por falta de
aire. Sería una imprudencia dejar entrar libremente una corriente
de aire exterior el día entero. Hágalo gradualmente, cambie poco a
poco. En una semana podría estar manteniendo abiertas las ventanas
unos cinco o diez centímetros, día y noche.
Los pulmones y el hígado están enfermos porque ella se ha
privado del aire vital. El aire es la bendición gratuita del cielo,
calculada para electrificar todo el sistema. Sin él, el sistema se llena
de enfermedad y se vuelve torpe, lánguido y débil. Y usted ha estado
viviendo durante años con una cantidad muy pequeña de aire. Al
hacer esto, su esposa arrastra a otros a compartir con ella la misma
atmósfera venenosa. Ninguno de ustedes puede gozar de un cerebro
claro y despejado si respira una atmósfera ponzoñosa. A la Hna. C
la aterra pensar en salir de la casa, porque piensa que va a sentir el
cambio en la atmósfera, y se va a resfriar. Pero si se trata a sí misma
correctamente, todavía puede adquirir una condición mucho mejor
de salud. Debiera tomar un baño general dos veces por semana, tan
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fresco como le resulte agradable, un poquito más frío cada vez, hasta
que la piel se le acostumbre.
No necesita languidecer en algún rincón como lo hace, siempre
enferma, si como familia ustedes obedecen las instrucciones que
les ha dado el Señor. “El que quiere amar la vida y ver días buenos,
refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese
del mal, y haga el bien. Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del
Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos a sus oraciones.
Pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal”.
1 Pedro
3:10-12
. La mente satisfecha, el espíritu alegre, son salud para el
cuerpo y fortaleza para el alma. No hay ninguna causa tan fructífera
de enfermedad como la depresión, la lobreguez y la tristeza. La
depresión mental es terrible, y todos usteden sufren de ella. La hija