Página 721 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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La simpatía en el hogar
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es inquieta, participa del espíritu del padre; además, la atmósfera
recalentada y opresiva, desprovista de vitalidad, adormece el cerebro
sensible. Los pulmones se contraen y el hígado se vuelve inactivo.
El aire, ese aire que es una preciosa bendición del cielo, y que
todos pueden obtener, los bendecirá con su influencia vigorizadora,
si no le impiden la entrada. Dénle la bienvenida, cultiven una gran
atracción por él, y verán cómo actúa en calidad de precioso calmante
de los nervios. Para que se mantenga puro, el aire debe mantenerse
en constante circulación. La influencia del aire puro y fresco es
hacer que la sangre circule saludablemente a través del sistema.
Refresca el cuerpo y tiende a impartirle fuerza y salud, mientras que
al mismo tiempo su influencia se deja sentir marcadamente sobre
la mente, impartiéndole cierto grado de calma y serenidad. Excita
el apetito, hace más perfecta la digestión del alimento, e induce un
sueño profundo y reparador.
Los efectos de vivir en cuartos cerrados y mal ventilados son
los siguientes: El sistema se vuelve débil y enfermizo, se deprime
la circulación, la sangre se mueve con torpeza a través del sistema,
porque no está purificada y vitalizada por el aire puro y vigorizador
del cielo. La mente se deprime y se vuelve lóbrega; todo el sistema
pierde su tonicidad, y se corre el riesgo de generar fiebres y otras
enfermedades agudas. Su cuidadosa exclusión del aire exterior y su
temor de la ventilación libre los obligan a ustedes a respirar el aire
corrupto y malsano que exhalan los pulmones de quienes ocupan
esos cuartos, y que es venenoso, inapropiado para el mantenimiento
de la vida. Decae la energía del cuerpo, la piel empalidece, se retarda
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la digestión y el sistema se vuelve especialmente sensible a la in-
fluencia del frío. Una breve exposición produce serias enfermedades.
Debiera ejercerse gran cuidado de no sentarse en una corriente o
en un cuarto frío cuando se está cansado o transpirando. Debiera
acostumbrarse tanto al aire, que no sienta la necesidad de hacer que
el termómetro suba a más de unos 24
o
C (75
o
F).
Ustedes pueden ser una familia feliz si hacen lo que Dios les ha
dado para hacer, y que ha colocado sobre ustedes como un deber.
Pero el Señor no hará por ustedes lo que se propone que ustedes
mismos realicen. El Hno. C es digno de lástima. Se ha sentido infeliz
por tanto tiempo, que la vida se le ha vuelto una carga. Las cosas
no necesitan ser así. Su imaginación está enferma, y ha mantenido