Página 736 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
blicadora Revista Adventista). Unos meses más tarde el nombre
fue cambiado a
Seventhday Adventist Publishing Association
(Aso-
ciación Publicadora Adventista del Séptimo Día). Aun después de
haberse dado este paso quedaban muchos que se sentían reacios a
entrar en el camino de la organización denominacional, y el tema
siguió siendo objeto de discusión. Sin embargo, como la gran mayo-
ría se mostraba favorable a la organización, el movimiento procedió,
en primer lugar a la organización de iglesias, luego de asociaciones
estatales y, finalmente, de la Asociación General.
El testimonio sobre “Organización” (páginas 245, 246) habla
de la oposición que surgió en el Estado de Nueva York contra esta
acción, y de la visión dada con referencia a ella.
Página 263: En realidad, los magos no hicieron que las varas se
convirtieran en serpientes; pero por la magia, ayudados por el gran
engañador, lograron producir esta apariencia. Transformar las varas
en serpientes vivas es algo que se halla fuera del alcance de Satanás.
El príncipe del mal, a pesar de que posee toda la sabiduría y el poder
de un ángel caído, no posee la facultad de crear o de dar vida; esta
es únicamente la prerrogativa de Dios. Pero el diablo hizo todo lo
que estaba en su poder: produjo una falsificación. Según la visión
humana, las varas se convirtieron en serpientes. Así lo creyeron el
faraón y su corte. En su apariencia no había nada que las diferenciara
de la serpiente que produjeron Moisés y Aarón. Así, el testimonio
habla del caso con el lenguaje de las Escrituras; y el mismo Espíritu
explica que las Escrituras describen el caso tal como éste aparecía.
Véase el Testimonio número 33, tomo 5, pág. 652.
[621]
Página 317, “La Rebelión”: Cuando se escribió este testimonio,
a principios de 1863, los adventistas del séptimo día afrontaban un
serio problema. La nación estaba en guerra. Si bien en el corazón
eran no combatientes, las simpatías de los miembros de iglesia se
hallaban casi sin excepciones del lado del gobierno en su oposición
a la esclavitud. A medida que progresaba el conflicto, más y más
hombres eran llamados al ejército. En cada llamado, cada distrito
estaba bajo la obligación de proveer cierto número de reclutas, y
cuando las conscripciones voluntarias bajaban de ese número, se
escogían nombres por lotería para llenar la cuota. Por un tiempo
se podía comprar un substituto pagando cierta cantidad de dinero.
Por no haber provisión para asignar adventistas del séptimo día al