Página 89 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

Basic HTML Version

Rehusando presentar la reprensión
85
¿Y acaso no se ha cumplido este testimonio en todos sus detalles?
Los adventistas del primer día han establecido una fecha tras otra, y
a pesar de los repetidos fracasos, han reunido valor para fijar nuevas
fechas. Dios no los ha guiado en esto. Muchos de ellos han rechazado
[74]
el verdadero tiempo profético y han ignorado el cumplimiento de la
profecía, debido a que la fecha de la venida fijada para 1844 pasó
sin cumplirse, y no trajo el acontecimiento esperado. Rechazaron la
verdad, y el enemigo ha tenido poder para traer sobre ellos poderosos
engaños a fin de que crean una mentira. La gran prueba del tiempo
ocurrió en 1843 y en 1844, y todos los que han fijado una fecha para
la segunda venida a partir de entonces se han estado engañando a sí
mismos, y engañando a los demás.
Hasta el momento de mi primera visión no podía escribir, por-
que me temblaba la mano y era incapaz de sostener firmemente el
lápiz. Mientras me encontraba en visión, un ángel me encargó que
escribiera lo que veía. Obedecí y escribí sin dificultad. Mis nervios
fueron fortalecidos y mi mano se afirmó.
Fue para mí una penosa cruz referir a las personas que se en-
contraban en error lo que se me había mostrado acerca de ellas.
Me causaba un gran pesar ver a otros preocupados o afligidos. Y
cuando me veía obligada a declarar los mensajes, con frecuencia
los suavizaba y los hacía aparecer tan favorables para la persona
como me era posible, y luego me retiraba y lloraba en agonía de
espíritu. Consideraba a los que debían preocuparse únicamente por
sus propias almas, y pensaba que si yo me encontrara en su condi-
ción no me quejaría. Me resultaba difícil dar los testimonios claros
y cortantes que Dios me había encargado que presentara. Observaba
ansiosamente para ver cuáles serían los resultados, y si las personas
reprochadas se rebelaban contra la reprensión, y después de eso
se oponían a la verdad, estos interrogantes se presentaban en mi
mente: ¿Presenté el mensaje en la forma debida? ¿No habría podido
encontrarse alguna forma de salvarlos? Y después de eso una gran
aflicción se apoderaba de mi alma, y con frecuencia pensaba que la
muerte sería una mensajera bienvenida y el sepulcro un dulce lugar
de descanso.
No comprendía el peligro y el pecado de ese proceder, hasta que
en visión fui llevada ante la presencia de Jesús. El me miró con
desaprobación y me volvió el rostro. Me resulta imposible describir