Página 93 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Matrimonio y esfuerzos subsiguientes
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muy minuciosa, y que en respuesta a esta amonestación muchos
aceptarían el sábado como día de reposo del Señor.
Cuando recibimos la luz acerca del cuarto mandamiento, había
unos veinticinco adventistas en Maine que observaban el sábado
como día de reposo; pero tenían tantas diferencias acerca de otros
puntos doctrinales, y vivían tan alejados unos de otros, que su in-
fluencia era escasa. Había más o menos el mismo número, y en
condiciones similares, en otros lugares de Nueva Inglaterra. Consi-
derábamos nuestro deber visitar con frecuencia a estas personas en
sus hogares, para fortalecerlas en el Señor y en su verdad, y como se
encontraban tan alejadas, fue para nosotros necesario dedicarnos a
viajar una buena parte del tiempo. Por falta de recursos económicos
utilizamos el medio de transporte más barato, vagones de segunda
clase y pasaje en la cubierta inferior en los barcos de vapor. A mí
me resultaba más cómodo viajar en un medio de transporte privado.
Cuando viajaba en vagones de segunda clase generalmente nos en-
volvía una nube de humo de tabaco, razón por la cual con frecuencia
me desmayaba. Cuando viajábamos en la cubierta inferior de los
barcos de vapor, también sufríamos a causa del humo del tabaco, y
además teníamos que escuchar las maldiciones y la conversación
vulgar de la tripulación y de los pasajeros sin educación. En la noche
nos acostábamos en el duro piso para dormir, sobre cajones o sobre
sacos de grano, utilizábamos nuestras maletas como almohadas y
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nos tapábamos con nuestros abrigos y chales. Cuando sentíamos
mucho frío en el invierno, caminábamos por la cubierta para entrar
en calor. Cuando nos oprimía el fuerte calor del verano, subíamos a
la cubierta superior para respirar el aire fresco de la noche. Esto me
resultaba muy fatigoso, especialmente cuando viajaba con un niño
en los brazos. Nosotros no habíamos elegido esta clase de vida. Dios
nos llamó en nuestra pobreza y nos condujo a través del horno de
la aflicción a fin de concedernos una experiencia que fuera de gran
valor para nosotros y un ejemplo para los que se unieran a nuestro
trabajo en el futuro.
Nuestro Maestro conoció el dolor y la aflicción, y los que sufran
con él reinarán con él. Cuando el Señor se le apareció a Saulo en
ocasión de su conversión, no se propuso mostrarle todo el bien de
que podría disfrutar, sino los grandes sufrimientos que tendría que
padecer en su nombre. El sufrimiento ha sido la suerte del pueblo