Página 107 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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“Alabad a Dios”
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aceptaréis, pues, agradecidos, las bendiciones que Jesús concede?
¿No tomaréis la copa de la salvación que él ofrece, e invocaréis el
nombre del Señor? No manifestéis desconfianza en Aquel que os ha
llamado de las tinieblas a su luz admirable. No causéis por un mo-
mento, mediante vuestra incredulidad, dolor al corazón del Salvador
compasivo. El vigila con el interés más intenso vuestro progreso en
el camino celestial; él ve vuestros esfuerzos fervientes; nota vues-
tros descensos y vuestros restablecimientos, vuestras esperanzas y
vuestros temores, vuestros conflictos y vuestras victorias.
¿Consistirán nuestros ejercicios de devoción en pedir y recibir?
¿Estaremos siempre pensando en nuestras necesidades, y nunca
en los beneficios que recibimos? ¿Recibiremos las mercedes del
Señor, y nunca le expresaremos nuestra gratitud, nunca le alabaremos
por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero
somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la
bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza,
tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más
en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las
cuales alabarle. Vosotros que os quejáis que Dios no oye vuestras
oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras
peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis
que él tiene en cuenta vuestras necesidades.
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis de
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alabar a Dios. Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter.
Podéis ensalzar a Jehová; podéis mostrar el poder de la gracia sos-
tenedora. Hay multitudes que no aprecian el gran amor de Dios
ni la compasión divina de Jesús. Miles consideran con desdén la
gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que
participan de esa gran salvación no son inocentes al respecto. No
cultivan corazones agradecidos. Pero el tema de la redención es un
tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto
de los redimidos a través de las edades sin fin de la eternidad. ¿No
es digno de reflexión y estudio cuidadoso ahora? ¿No alabaremos a
Dios con corazón, alma y voz por sus “maravillas para con los hijos
de los hombres”?
Salmos 107:8
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