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Joyas de los Testimonios 2
La oración y la alabanza
Alabemos al Señor en la congregación de su pueblo. Cuando la
palabra del Señor fué dirigida antiguamente a los hebreos, la orden
fué: “Y diga todo el pueblo, Amén.” Cuando el arca del pacto fué
traída a la ciudad de David, y se cantó un salmo de gozo y triunfo,
“dijo todo el pueblo, Amén: y alabó a Jehová.”
Salmos 106:48
;
1 Crónicas 16:36
. Esta ferviente respuesta era evidencia de que
comprendían la palabra hablada, y participaban en el culto de Dios.
Hay demasiado formalismo en nuestros servicios religiosos. El
Señor quiere que sus ministros prediquen la palabra vivificada por
su Espíritu Santo; y los hermanos que oyen no deben permanecer
sentados en indiferencia soñolienta, o mirar vagamente en el va-
cío, sin responder a lo dicho. La impresión que ello da al que no
es creyente, es desfavorable para la religión de Cristo. Estos pro-
fesos cristianos negligentes no están destituídos de ambiciones y
celo cuando se dedican a negocios mundanales; pero las cosas de
importancia eterna no los mueven profundamente. La voz de Dios,
expresada por medio de sus mensajeros, puede parecerles un canto
agradable; pero desoyen sus sagradas amonestaciones, reprensiones
y estímulos. El espíritu del mundo los ha paralizado. Las verdades
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de la Palabra de Dios se dirigen a oídos de plomo y corazones duros,
sobre los que no pueden hacer impresión. Debiera haber iglesias
despiertas y activas para animar y sostener a los ministros de Cristo,
y para ayudarles en la obra de salvar almas. Donde la iglesia ande
en la luz, habrá siempre alegres y cordiales respuestas, y palabras de
alabanza gozosa.
Nuestro Dios, el Creador de los cielos y de la tierra, declara: “El
que sacrifica alabanza me honrará.”
Salmos 50:23
. Todo el cielo se
une para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora,
para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus resplandecien-
tes filas. Digamos con el salmista: “Alabaré a Jehová en mi vida:
Cantaré salmos a mi Dios mientras viviere.” “Alábente los pueblos,
oh Dios; alábente los pueblos todos.”
Salmos 146:2
;
67:3
.
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