Página 112 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
Tendréis que hacer frente a muchas perplejidades en vuestra vida
cristiana en relación con la iglesia; pero no os esforcéis demasiado
por amoldar a vuestros hermanos. Si veis que ellos no satisfacen
los requerimientos de la Palabra de Dios, no los condenéis; si ellos
os provocan, no respondáis de la misma manera. Cuando se dicen
cosas exasperantes, no dejéis que la inquietud domine vuestra alma.
Veis en otros muchas cosas que parecen malas, y queréis corregirlas.
Comenzáis en vuestra propia fuerza a trabajar por una reforma; pero
no la emprendéis de la debida manera. Debéis trabajar por los que
yerran con un corazón subyugado, enternecido por el Espíritu de
Dios, y dejar que el Señor obre por vosotros como agentes.
Descargad vuestra preocupación sobre Jesús. Sentís que el Señor
debe encargarse del caso cuando Satanás está contendiendo por
predominar sobre algún alma; pero debéis hacer lo que podéis con
humildad y mansedumbre, y poner en las manos de Dios la obra
enmarañada, los asuntos complicados. Seguid las indicaciones de su
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Palabra, y confiad el resultado a su sabiduría. Habiendo hecho todo
lo que podíais para salvar a vuestro hermano, dejad de acongojaros, y
atended con calma otros deberes apremiantes. Ya no es más vuestro
asunto, sino el de Dios.
No cortéis el nudo de la dificultad con impaciencia, haciendo
desesperados los asuntos. Dejad que Dios desenrede los hilos en-
marañados. El es bastante sabio para manejar las complicaciones
de nuestra vida. El tiene habilidad y tacto. No podemos ver siem-
pre sus planes; debemos esperar con paciencia que se revelen, y
no arruinarlos y destruirlos. El los revelará a nosotros a su debido
tiempo. Busquemos la unidad, cultivemos el amor y la conformidad
con Cristo en todas las cosas. El es la fuente de unidad y fuerza; pero
no habéis buscado la unidad cristiana, para vincular los corazones
en amor.
Hay trabajo para vosotros en la iglesia y fuera de ella. “En esto
es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto.”
Juan 15:8
. El
fruto que llevamos es la única cosa que prueba el carácter del árbol
delante del mundo. Es la demostración de nuestro discipulado. Si
nuestras obras son de tal carácter que, como pámpanos de la Vid
viviente, producimos ricos racimos de preciosas frutas, exhibimos
ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Somos
epístolas vivientes, conocidas y leídas de todos los hombres.