Página 137 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Las responsabilidades del médic
“EL principio de la sabiduría es el temor de Jehová.”
Proverbios
1:7
. Los profesionales, cualquiera que sea su vocación, necesitan
sabiduría divina. Pero el médico necesita especialmente esa sabi-
duría para tratar con toda clase de mentes y enfermedades. Ocupa
un puesto de responsabilidad aun mayor que la del ministro del
Evangelio. Está llamado a ser colaborador con Cristo, y necesita
sólidos principios religiosos, y una firme relación con el Dios de la
sabiduría. Si recibe consejo de Dios, el gran Médico colaborará con
sus esfuerzos; y procederá con la mayor cautela, no sea que por su
trato equivocado perjudique a algunas de las criaturas de Dios. Será
tan fiel a los principios como una roca, aunque bondadoso y cortés
con todos. Sentirá la responsabilidad de su cargo, y su práctica de
la medicina indicará que le mueven motivos puros y abnegados, y
un deseo de adornar la doctrina de Cristo en todas las cosas. Un
médico tal poseerá una dignidad nacida del cielo, y será en el mundo
un agente poderoso para el bien. Aunque no lo aprecien los que no
estén relacionados con Dios, será honrado del cielo. A la vista de
Dios será más precioso que el oro de Ofir. ...
Hay muchas maneras de practicar el arte de sanar; pero hay una
sola que el cielo aprueba. Los remedios de Dios son los simples
agentes de la naturaleza, que no recargarán ni debilitarán el organis-
mo por la fuerza de sus propiedades. El aire puro y el agua, el aseo
y la debida alimentación, la pureza en la vida y una firme confianza
en Dios, son remedios por cuya falta millares están muriendo; sin
embargo, estos remedios están pasando de moda porque su uso hábil
requiere trabajo que la gente no aprecia. El aire puro, el ejercicio,
el agua pura y un ambiente limpio y amable, están al alcance de
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todos con poco costo; mientras que las drogas son costosas, tanto en
recursos como en el efecto que producen sobre el organismo.
La obra del médico cristiano no acaba al curar las dolencias del
cuerpo; sus esfuerzos deben extenderse a las enfermedades de la
Testimonios para la Iglesia 5:439-448 (1885)
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