Página 151 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La iglesia es la luz del mundo
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la iglesia judaica han caracterizado en mayor grado al pueblo que ha
tenido la gran luz celestial de los últimos mensajes de amonestación.
¿Dejaremos que la historia de Israel se repita en nuestra vida? ¿Des-
perdiciaremos como él nuestras oportunidades y privilegios hasta
que Dios permita que nos sobrecojan la opresión y la persecución?
¿Dejaremos sin hacer la obra que podríamos haber hecho en paz
y comparativa prosperidad hasta que debamos hacerla en días de
tinieblas, bajo la presión de las pruebas y persecuciones?
Hay una terrible culpa de la cual la iglesia es responsable. ¿Por
qué no están haciendo más esfuerzos fervientes para dar la luz a
otros aquellos que la tienen? Ven que el fin se acerca. Ven que
multitudes violan diariamente la ley de Dios; saben que esas almas
no pueden ser salvas en la transgresión. Sin embargo, tienen más
interés en sus oficios, sus fincas, sus casas, sus mercaderías, sus
vestidos y sus mesas, que en las almas de los hombres y mujeres
con quienes tendrán que encontrarse frente a frente en el juicio.
Los que pretenden obedecer la verdad están dormidos. No podrían
estar tan cómodos si estuviesen despiertos. El amor a la verdad se
está apagando en su corazón. Su ejemplo no es de tal índole que
convenza al mundo de que tienen la verdad sobre todos los demás
pueblos de la tierra. Cuando debieran ser fuertes en Dios y tener
una experiencia diaria viva, son débiles, vacilantes, buscan su sostén
espiritual en los predicadores, cuando debieran estar sirviendo a
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otros con mente, alma, voz, pluma, tiempo y dinero.
Hermanos y hermanas, muchos de vosotros os excusáis de obrar,
diciendo que no podéis trabajar para otros. Pero ¿os hizo Dios tan
incapaces? ¿No ha sido esta incapacidad vuestra producida por vues-
tra propia inactividad y perpetuada por vuestra decisión deliberada?
¿No os dió el Señor por lo menos un talento que aprovechar, no para
vuestra conveniencia y satisfacción, sino para él? ¿Habéis compren-
dido vuestra obligación, como siervos suyos, de darle renta mediante
un empleo sabio y hábil del capital que os confió? ¿Habéis descui-
dado las oportunidades de mejorar vuestras facultades a este fin? Es
demasiado cierto que pocos han sentido alguna responsabilidad ante
Dios. El amor, el juicio, la memoria, la previsión, el tacto, la energía
y todas las demás facultades han sido consagradas al yo. Dedicasteis
más sabiduría al servicio del mal que a la causa de Dios. Habéis
pervertido, incapacitado, hasta embrutecido, vuestras facultades en