Página 170 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
están recobrando la fuerza y nobleza de carácter perdidas como
consecuencia del pecado. Porque se están acercando más a Cristo y
sus ojos están fijos en su perfecta pureza, disciernen tan claramente
el carácter excesivamente pecaminoso del pecado. Su contrición
y humillación propias son infinitamente más aceptables a la vista
de Dios que el espíritu de suficiencia propia y altanero de aquellos
que no ven causa para lamentarse, que desprecian la humildad de
Cristo y se creen perfectos mientras pisotean la santa ley de Dios.
La mansedumbre y humildad de corazón son las condiciones para
tener fuerza y alcanzar la victoria. La corona de gloria aguarda a
aquellos que se postran al pie de la cruz. Bienaventurados son los
que lloran; porque serán consolados.
Los fieles, que se encuentran orando, están, por así decirlo, en-
cerrados con Dios. Ellos mismos no saben cuán seguramente están
escudados. Incitados por Satanás, los gobernantes de este mundo
procuran destruirlos; pero si pudiesen abrírseles los ojos, como se
abrieron los del siervo de Eliseo en Dotán, verían a los ángeles de
Dios acampados en derredor de ellos, manteniendo en jaque a la
hueste de las tinieblas con su resplandor y gloria.
El manto de la justicia de Cristo
Mientras los hijos de Dios afligen sus almas delante de él, supli-
cando pureza de corazón, se da la orden: “Quitadle esas vestimentas
viles,” y se pronuncian las alentadoras palabras: “Mira que he hecho
pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala.” Se pone
sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin
mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda
vestido de gloriosos atavíos, que nunca han de ser ya contaminados
por las corrupciones del mundo. Sus nombres permanecen en el libro
de la vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos.
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Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su
lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros
de los designios del tentador. Sus pecados han sido transferidos al
originador de ellos.
Y ese residuo no sólo es perdonado y aceptado, sino honrado.
Una “mitra limpia” es puesta sobre su cabeza. Han de ser reyes y
sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus