Página 184 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La conducta en la casa de Dio
Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es
la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras
pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes de-
signados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial,
para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que
corrompa.
Del carácter sagrado que rodeaba el santuario terrenal, los cristia-
nos pueden aprender cómo deben considerar el lugar donde el Señor
se encuentra con su pueblo. Ha habido un gran cambio, y no en el
mejor sentido, sino en el peor, en los hábitos y costumbres de la gente
con referencia al culto religioso. Las cosas preciosas y sagradas que
nos relacionan con Dios, están perdiendo rápidamente su influencia,
y son rebajadas al nivel de las cosas comunes. La reverencia que
el pueblo tenía antiguamente por el santuario donde se encontraba
con Dios en servicio sagrado, ha desaparecido mayormente. Sin
embargo, Dios mismo dió el orden del servicio, ensalzándolo muy
por encima de todo lo que tuviese naturaleza temporal.
La casa es el santuario para la familia, y la cámara o el huerto el
lugar más retraído para el culto individual; pero la iglesia es el san-
tuario para la congregación. Debiera haber reglas respecto al tiempo,
el lugar, y la manera de adorar. Nada de lo que es sagrado, nada
de lo que pertenece al culto de Dios, debe ser tratado con descuido
e indiferencia. A fin de que los hombres puedan tributar mejor las
alabanzas de Dios, su asociación debe ser tal que mantenga en su
mente una distinción entre lo sagrado y lo común. Los que tienen
ideas amplias, pensamientos y aspiraciones nobles, son los que sos-
tienen entre sí relaciones que fortalecen todos los pensamiento
de
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las cosas divinas. Felices son los que tienen un santuario, sea alto o
humilde, en la ciudad o entre las escarpadas cuevas de la montaña,
en la humilde choza o en el desierto. Si es lo mejor que pueden
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Testimonios para la Iglesia 5:491-500 (1889)
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