Página 185 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

Basic HTML Version

La conducta en la casa de Dios
181
obtener para el Maestro, él santificará ese lugar con su presencia, y
será santo para el Señor de los ejércitos.
Antes del culto
Cuando los adoradores entran en el lugar de reunión, deben
hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos. Si hay una
estufa en la pieza, no es propio rodearla en una actitud indolente y
descuidada. La conversación común, los cuchicheos y las risas no
deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni después del servicio.
Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los adoradores.
Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece
la reunión, conserven un verdadero espíritu de devoción meditando
silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oración,
a fin de que el servicio sea de beneficio especial para su propio
corazón y conduzca a la convicción y conversión de otras almas.
Deben recordar que los mensajeros celestiales están en la casa.
Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por nuestra
inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración. La
condición espiritual necesita ser reseñada con frecuencia, y la mente
y el corazón atraídos al Sol de justicia.
Si cuando la gente entra en la casa de culto tiene verdadera
reverencia por el Señor y recuerda que está en su presencia, habrá
una suave elocuencia en el silencio. Las risas, las conversaciones
y los cuchicheos que podrían no ser pecaminosos en un lugar de
negocios comunes, no deben tolerarse en la casa donde se adora a
Dios. La mente debe estar preparada para oír la Palabra de Dios,
a fin de que tenga el debido peso e impresione adecuadamente el
corazón.
[195]
Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y
digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue
al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impresión
hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su
ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes
de atreverse a presentarse delante de la gente. Una solemnidad
desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos muy cerca.
Cada uno de los miembros de la congregación que terne a Dios, debe
también unirse en oración silenciosa con él, inclinando su cabeza,