Página 198 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
10:10
;
Lucas 10:27
. ¿Estáis haciendo esto? Muchos no lo hacen ni
lo han hecho nunca. Su conversión ha sido tan sólo superficial.
“Si habéis pues resucitado con Cristo—dice el apóstol,—buscad
las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”
Colo-
senses 3:1, 2
. El corazón es la ciudadela del hombre. De él mana
la vida o la muerte. Mientras su corazón no esté purificado, una
persona queda descalificada para tener parte alguna en la comunión
de los santos. ¿No sabe el que escudriña el corazón quiénes están
permaneciendo en pecado, sin consideración por sus almas? ¿No
hubo acaso un testigo que vió las cosas más secretas de la vida de
cada uno? Fuí obligada a oír las palabras dichas por algunos hom-
bres a mujeres y niñas: palabras de adulación, palabras que querían
engañar e infatuar. Satanás emplea todos estos medios para destruir
almas. Algunos de vosotros podéis haber sido así sus agentes; y en
tal caso, tendréis que afrontar estas cosas en el juicio. El ángel dijo
acerca de esta clase: “Su corazón no ha sido nunca entregado a Dios.
Cristo no está en ellos. La verdad no está allí. Su lugar está ocupado
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por el pecado, el engaño y la mentira. No creen la Palabra de Dios
ni actúan de acuerdo con ella.”
La presente actividad de Satanás, en su manera de obrar sobre
los corazones, las iglesias y naciones, debe despertar a todo estu-
diante de la profecía. El fin se acerca. Levántense nuestras iglesias.
Experimenten los miembros individuales en su corazón el poder
convertidor de Dios; y entonces veremos los profundos impulsos del
Espíritu de Dios. El perdón de los pecados no es el único resultado
de la muerte de Jesús. El hizo el sacrificio infinito, no sólo para que
el pecado fuese quitado, sino para que la naturaleza humana pudiese
ser restaurada, reembellecida, reconstruida desde sus ruinas y hecha
idónea para la presencia de Dios.
Debemos mostrar nuestra fe por nuestras obras. Debe manifes-
tarse más ansia de tener una medida mayor del Espíritu de Cristo;
porque en esto residirá la fuerza de la iglesia. Es Satanás quien
está contendiendo para conseguir que los hijos de Dios se separen.
¡Oh cuán poco amor tenemos, amor a Dios y amor los unos a los
otros! La palabra y el espíritu de la verdad morando en el corazón
nos separarán del mundo. Los inmutables principios de la verdad y