Página 214 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
de rebajarnos a la mente común. Dios quiere hombres de talento y
capacidad intelectual, que puedan pesar los argumentos, hombres
que caven por la verdad como por tesoros escondidos. Estos hom-
bres serán capaces de alcanzar, no solamente las clases comunes,
sino las mejores. Los tales hombres serán siempre estudiantes de
la Biblia, plenamente compenetrados del carácter sagrado de las
responsabilidades que sobre ellos descansan. Darán prueba cabal de
su ministerio.
Faltan los obreros preparados
Tenemos sumamente pocos talentos obrando en los diferentes
ramos de la causa. Deben iniciarse nuevas empresas. Necesitamos
capacidad para idear planes por los cuales las almas que están en las
tinieblas del error puedan ser alcanzadas. Necesitamos la inteligencia
de mentes diversas; pero no debemos censurarlas porque sus ideas
no se ajusten precisamente a las nuestras. Debemos tener planes más
amplios para la educación de los obreros que han de dar el mensaje.
Los que creen y aman la verdad, han obrado noblemente dando de
sus recursos para sostener sus diversas empresas, pero hay gran falta
de obreros capaces.
No es prudente estar constantemente gastando recursos para
abrir campos nuevos, mientras que se hace tan poco para preparar
obreros que los ocupen. La obra de Dios no debe ser impedida por
falta de agentes que la realicen. El llama a hombres cultos, que sean
estudiantes de la Biblia, que amen la verdad que presentan a otros,
que la introduzcan en su propia vida y carácter. Necesitamos hom-
bres que amen a Jesús y se aferren a él, y que aprecien el sacrificio
infinito hecho en favor de la humanidad caída. Necesitamos labios
tocados por el fuego santo, corazones limpios de la contaminación
del pecado. Aquellos cuya piedad es superficial y que tienen gran
ambición de ser considerados los primeros y mejores, no son los
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hombres para este tiempo. No se necesitan aquellos que piensan más
en su propia voluntad que en la obra.
Nuestras iglesias no están recibiendo la preparación que las
induciría a andar con toda humildad de ánimo, a desechar todo el
orgullo de la ostentación exterior y a trabajar para el atavío interior.
La eficiencia de la iglesia está conformada precisamente por el