La educación de los obreros
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enseña en las principales instituciones del saber, serían de gran valor
para tales obreros, y los prepararían para trabajar en favor de las
clases educadas y para hacer frente a los errores que prevalecen
en nuestros tiempos. Tal era el método seguido por los antiguos
valdenses; y, si fuesen fieles a Dios, nuestros jóvenes, como los
suyos, podrían hacer una buena obra, aun mientras adquirieran su
educación, sembrando la semilla de la verdad en otras mentes.
“Portaos varonilmente, y esforzaos.”
1 Corintios 16:13
. Pregun-
tad a Aquel que sufrió oprobio, burlas e insultos por causa nuestra:
“Señor, ¿qué quieres que haga?”
Hechos 9:6
. Nadie está demasiado
educado para ser un humilde discípulo de Cristo. Los que sienten
que es un privilegio dar lo mejor de su vida y aprender de Aquel del
cual lo recibieron todo, no rehuirán trabajo ni sacrificio alguno para
devolver a Dios los talentos que les confió sirviéndole en la forma
más elevada. En la gran batalla de la vida, muchos de los obreros
pierden de vista la solemnidad y el carácter sagrado de su misión.
La mortífera maldición del pecado continúa agostando y borrando
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en ellos la imagen de Dios, porque no trabajan como Cristo trabajó.
Vemos la necesidad de estimular ideas superiores de educación
y emplear más hombres preparados en el ministerio. Los que no
obtienen la debida clase de educación antes de entrar en la obra
de Dios no son competentes para aceptar su cometido santo ni
para llevar a cabo la obra de reforma. Sin embargo, todos pueden
continuar educándose después que han entrado en la obra. Deben
tener la Palabra de Dios morando en sí. Necesitamos más cultura,
refinamiento y nobleza de alma en nuestros obreros. Una mejora tal
daría resultados en la eternidad.
“Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido a aquel
que es desde el principio.” “Os he escrito a vosotros, mancebos,
porque sois fuertes, y la palabra de Dios mora en vosotros, y ha-
béis vencido al maligno.”
1 Juan 2:13, 14
. El apóstol liga aquí la
experiencia de los padres con la de los jóvenes; igualmente hay un
vínculo entre los discípulos de más edad en esta causa y los más jó-
venes, que no han tenido experiencia en los primeros sucesos de este
mensaje. Los que eran jóvenes cuando el mensaje nació, tendrán que
ser educados por los viejos portaestandartes. Estos maestros deben
darse cuenta de que no pueden esmerarse demasiado para preparar
hombres para su cometido santo, mientras los viejos abanderados