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Joyas de los Testimonios 2
un deseo de simpatía, sabed que es tiempo de ejercer gran cautela.
Los que poseen el espíritu de Cristo y andan con Dios no tendrán
profano anhelo de simpatía. Tienen una compañía que satisface todo
deseo de la mente y el corazón. Los hombres casados que aceptan la
atención, la alabanza y los mimos de las mujeres, deben tener por
seguro que el amor y la simpatía de esta clase de personas, no valen
la pena de obtenerse.
Con mucha frecuencia son las mujeres las que tientan. Con
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un motivo u otro, requieren la atención de los hombres, casados o
solteros, y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de Dios,
hasta que su utilidad queda arruinada y sus almas están en peligro.
La historia de José ha sido presentada para beneficio de todos los que
como él son tentados. Fué tan firme como una roca en los buenos
principios y respondió a la tentadora: “¿Cómo, pues, haría yo este
grande mal, y pecaría contra Dios?”
Génesis 39:9
. Un poder moral
como el suyo es lo que se necesita ahora.
Si las mujeres quisieran tan sólo elevar sus vidas y trabajar con
Cristo, su influencia sería menos peligrosa; pero con sus sentimientos
actuales de despreocupación acerca de las responsabilidades del
hogar y de los requerimientos que Dios les hace, su influencia se
hace sentir con frecuencia en el sentido del mal, sus facultades son
empequeñecidas, y su obra no lleva la impresión divina. No son
misioneras domésticas, ni son tampoco misioneras fuera del hogar;
y frecuentemente el hogar, el precioso hogar, queda desolado.
Trate de vencer cada persona que profesa a Cristo, toda cobardía,
toda debilidad e insensatez. Algunos hombres nunca crecen hasta la
plena estatura de hombres en Cristo Jesús. Son infantiles y sensuales.
La piedad humilde corregiría todo esto. La religión pura no posee
características de complacencia propia e infantil. Es honorable en el
más alto grado. Por lo tanto, ninguno de los que son alistados como
soldados de Cristo vacile ni desmaye en el día de prueba. Todos
deben sentir que tienen que hacer una obra ferviente para elevar a
sus semejantes. Nadie tiene derecho a descansar de la guerra que
tiene como fin hacer deseable la virtud, y odiado el vicio. No hay
descanso para el cristiano vivo antes de llegar al mundo eterno. El
obedecer a los mandamientos de Dios es hacer lo recto y sólo lo
recto. Tal es la virilidad cristiana.