Página 229 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La apariencia del mal
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Dios vienen a ser transgresores de esa ley, el Señor les retirará su
cuidado protector, y muchos caerán por la perversidad y la licencia.
Entonces nos veremos de veras incapacitados para subsistir delante
de nuestros enemigos. Pero si los suyos permanecen separados y
distintos del mundo, como linaje que hace justicia, Dios será su
defensa, y no habrá armas forjadas contra ellos que prosperen.
En vista de los peligros de este tiempo, y como pueblo que guarda
los mandamientos de Dios, ¿no habremos de apartar de nosotros todo
pecado, toda iniquidad, toda perversidad? ¿No habrán de vigilarse
estrictamente a sí mismas las mujeres que profesan la verdad, a fin
de no estimular la menor familiaridad injustificable? Pueden cerrar
muchas puertas de tentación si observan en toda ocasión una reserva
estricta y una conducta apropiada. Hallen los hombres un ejemplo en
la vida de José, y manténganse firmes por los buenos principios, por
intensamente tentados que se vean. Debemos ser hombres y mujeres
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fuertes por lo recto. Hay en derredor nuestro quienes son débiles en
fuerza moral. Necesitan estar en compañía de los que son firmes,
y cuyo corazón está íntimamente ligado al corazón de Cristo. Los
principios de cada uno serán probados. Hay quienes se exponen a
la tentación como un insensato a la corrección de la vara. Invitan al
enemigo a tentarlos. Se enervan, son debilitados en poder moral, y
el resultado es vergüenza y confusión.
La iglesia y el mundo
¡Cuán despreciables son a la vista de un Dios santo los que
profesan vindicar su ley, y sin embargo violan sus preceptos! Traen
oprobio a la preciosa causa y dan a los oponentes de la verdad
ocasión de triunfar. Nunca debiera obliterarse la marca de distinción
entre los que siguen a Jesús y los que siguen a Satanás. Hay una línea
clara trazada por Dios mismo entre el mundo y la iglesia, entre los
que observan los mandamientos y los que los violan. No se fusionan,
son tan diferentes como el mediodía de la medianoche: diferentes
en sus gustos, sus propósitos, su carácter. Si cultivamos el amor a
Dios y el temor de Jehová, rechazaremos la menor aproximación a
la impureza.
El Señor atraiga las almas a sí mismo y les imparta individual-
mente un sentido de su responsabilidad de formar un carácter tal que