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Joyas de los Testimonios 2
ser instruidas por aquellos que han llevado durante mucho tiempo
la carga de la obra, y acerca de quienes hay motivos por saber que
han sido guiados por el Señor. Les ha sido enviada la luz para des-
pejar sus tinieblas, pero tienen corazón demasiado orgulloso para
aceptarla y prefieren las tinieblas. Desprecian el consejo de Dios
porque no coincide con sus opiniones y planes, y fomentan sus malas
características. La obra del Espíritu de Dios que los pondría en la
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debida actitud, si la aceptasen, no ha llegado en una manera que les
agrade ni que lisonjee su propia justicia. La luz que Dios les ha dado
no es luz para ellos, y se extravían en las tinieblas. Sostienen que
no se ha de conceder más confianza al juicio de quien ha tenido tan
larga experiencia y a quien el Señor ha enseñado y empleado para
hacer una obra especial, que en el de cualquier otra persona. ¿Es
plan de Dios que obren así? ¿O es obra especial del enemigo de toda
justicia mantener las almas en el error, atarlas con fuertes engaños
que no pueden romper, porque se han colocado fuera del alcance de
los medios que Dios ha ordenado para tratar con su iglesia?
En todas las épocas del mundo, el Señor ha dado reproches,
reconvenciones y corrección a su iglesia. Estas amonestaciones
fueron despreciadas y rechazadas en el tiempo de Cristo por los
fariseos llenos de justicia propia, que aseveraban no necesitar tales
reprensiones y que se los trataba injustamente. No quisieron recibir
la Palabra que el Señor daba por medio de sus siervos, porque no
agradaba a sus inclinaciones. Si el Señor diese, delante de esta
clase de personas de nuestra época, una visión que señalase sus
errores, reprendiese su propia justicia y condenase sus pecados,
se levantarían en rebelión, como los habitantes de Nazaret cuando
Cristo les mostró su verdadera condición.
Si estas personas no humillan su corazón delante de Dios y si
albergan las sugestiones de Satanás, la duda y la incredulidad se
apoderarán del alma, y lo verán todo en una luz falsa. Una vez
sembradas las semillas de duda en su corazón, tendrán que cosechar
una abundante mies. Llegarán a desconfiar y dudar de las verdades
que son tan claras y llenas de belleza para los que no se han educado
en la incredulidad.
Los que adiestran su mente para que dude de todo lo que pueda
ponerse en duda y sugieren esos pensamientos a otras mentes, halla-
rán siempre ocasión de dudar. Pondrán en tela de juicio y criticarán