Página 287 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Los misterios de la Biblia como prueba de su inspiración
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enemigo rige los pensamientos y sugiere interpretaciones que no
son correctas.
Cuandoquiera que los hombres no traten de estar en armonía con
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Dios en sus palabras y acciones, por sabios que sean están expuestos
a errar en su comprensión de la Escritura, y es peligroso confiar
en sus explicaciones. Cuando tratamos verdaderamente de hacer la
voluntad de Dios, el Espíritu Santo toma los preceptos de su Palabra,
hace de ellos los principios de la vida y los escribe en las tablas
del alma. Son únicamente los que siguen la luz ya dada quienes
pueden esperar recibir mayor iluminación de parte del Espíritu. Esto
se presenta claramente en las palabras de Cristo: “El que quisiere
hacer su voluntad, conocerá de la doctrina.”
Juan 7:17
.
Los que buscan discrepancias en las Escrituras no tienen percep-
ción espiritual. Con visión torcida ven motivos de duda e increduli-
dad en cosas que son realmente claras y sencillas. Pero para los que
reciben la Palabra de Dios con reverencia y tratan de aprender su
voluntad a fin de obedecerla, todo cambia. Se llenan de reverencia
y admiración al contemplar la pureza y exaltada excelencia de las
verdades reveladas. Las cosas que se parecen se atraen entre sí. Las
personas que se asemejan se aprecian entre sí. La santidad se alía
con la santidad, la fe con la fe. Para el corazón humilde y el intelecto
sincero e investigador, la Biblia está llena de luz y conocimiento. Los
que acuden a las Escrituras con ese espíritu, se ponen en comunión
con los profetas y los apóstoles. Su espíritu se adapta al de Cristo y
anhelan llegar a ser uno con él.
Muchos sienten que les incumbe una responsabilidad de expli-
car toda dificultad aparente en la Biblia, a fin de hacer frente a las
cavilaciones de los escépticos e incrédulos. Pero al tratar de explicar
aquello que comprenden tan sólo imperfectamente, están en peligro
de confundir a los demás con referencia a puntos que son claros y
fáciles de comprender. Esta no es nuestra obra. Ni siquiera debe-
mos lamentarnos de que estas dificultades existan, sino aceptarlas
como permitidas por la sabiduría de Dios. Es nuestro deber recibir
su Palabra, que es clara en todo punto para la salvación del alma, y
practicar sus principios en nuestra vida, enseñándolos a otros tanto
por nuestros preceptos como por nuestro ejemplo. Así será evidente
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para el mundo que estamos en relación con Dios y confiamos im-
plícitamente en su Palabra. Una vida de piedad, un ejemplo diario