Página 304 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
llegará la noche. Ahora es nuestra oportunidad; aprovechémosla. Si
hay quienes no pueden dedicar esfuerzo personal a la obra misionera,
vivan económicamente, y den parte de lo que ganen. Así podrán
contribuir con dinero para enviar periódicos y libros a los que no
tienen la luz de la verdad; podrán ayudar a sufragar los gastos de los
estudiantes que se están preparando para la obra misionera. Invertid
en el banco del cielo todo dinero que podáis ahorrar. “Haceos tesoros
en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no
minan ni hurtan: porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará
vuestro corazón.”
Mateo 6:20, 21
.
Estas son palabras de Jesús, quien nos amó tanto que dió su
propia vida para que pudiésemos morar con él en su reino. No
deshonréis a vuestro Señor despreciando su orden positiva.
Dios invita a todos los que poseen tierras y casas a que las ven-
dan e inviertan el dinero donde suplirá la gran necesidad del campo
misionero. Una vez que hayan experimentado la verdadera satisfac-
ción que proviene de obrar así, mantendrán abierto el canal, y los
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recursos que Dios les confía fluirán constantemente a la tesorería
para que se conviertan las almas. A su vez estas almas practicarán
la misma abnegación, economía y sencillez por amor de Cristo, a
fin de poder llevar sus ofrendas a Dios. Por medio de estos talentos
sabiamente invertidos, otras almas aún se convertirán; y así prose-
guirá la obra, demostrando que los dones de Dios son apreciados. El
Dador es reconocido y ello redunda para su gloria en la fidelidad de
sus mayordomos.
Cuando dirigimos estas fervientes súplicas en favor de la causa
de Dios y presentamos las necesidades financieras de nuestras mi-
siones, se conmueven profundamente las almas concienzudas que
creen la verdad. Como la viuda pobre que fué elogiada por Cristo y
que dió sus dos blancas al tesoro, ellas dan en su pobreza hasta el
máximo de su capacidad. Con frecuencia las tales se privan hasta
de las cosas aparentemente necesarias para la vida; mientras que
hombres y mujeres poseedores de casas y tierras se aferran a sus
tesoros terrenales con tenacidad egoísta, y no tienen bastante fe en
el mensaje ni en Dios para colocar sus recursos en su obra. A estos
últimos se aplican especialmente las palabras de Cristo: “Vended lo
que poseéis, y dad limosna.”
Lucas 12:33
.