Página 305 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El don inestimable
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Hay hombres y mujeres pobres que me escriben pidiendo consejo
en cuanto a si deben vender sus casas y dar el dinero a la causa.
Dicen que los pedidos de recursos conmueven sus almas y quieren
hacer algo para el Maestro que lo ha hecho todo para ellos. Quiero
decir a los tales: “Tal vez no debáis vender vuestras casitas ahora
mismo; pero id a Dios por vuestra cuenta; el Señor oirá ciertamente
vuestras fervientes oraciones por sabiduría para conocer vuestro
deber.” Si nos dedicáramos más a pedir sabiduría celestial a Dios, y
buscáramos menos la sabiduría de los hombres, tendríamos más luz
del cielo, y Dios nos bendeciría en nuestra humildad.
Pero puedo decir a aquellos a quienes Dios confió bienes y
poseen tierras y casas: “Comenzad a vender y dad limosna. No
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demoréis. Dios espera de vosotros más de lo que habéis estado
dispuestos a hacer.” Queremos pediros a vosotros que tenéis recursos,
que inquiráis con ferviente oración: “¿Hasta dónde se extienden los
derechos divinos sobre mi propiedad?” Hay ahora una obra que
hacer para preparar un pueblo que subsista en el día del Señor.
Deben invertirse recursos en la obra de salvar hombres que, a su vez,
trabajarán para otros. Sed prestos para devolver a Dios lo suyo. Una
razón por la cual hay tanta falta del Espíritu de Dios, es que muchos
están robando a Dios.
Hay para nosotros una lección en la experiencia de las iglesias
de Macedonia, según la describe Pablo. El dice que sus miembros
“a sí mismos se dieron primeramente al Señor.”
2 Corintios 8:5
.
Entonces estuvieron deseosos de dar sus recursos a Cristo. “En
grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda
pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su grado han
dado conforme a sus fuerzas, yo testifico, y aun sobre sus fuerzas;
pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la
comunicación del servicio para los santos.”
Vers. 2-4
.
La regla para dar
Pablo traza una regla para dar a la causa de Dios, y nos dice
cuál será el resultado tanto para nosotros como para Dios. “Cada
uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesi-
dad; porque Dios ama el dador alegre.” “Esto empero digo: El que
siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra