Página 322 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
Los seres celestiales estaban moviendo esas ruedas y por encima de
todo, sobre el glorioso trono de zafiro, estaba el Eterno; mientras que
rodeaba el trono el arco iris, emblema de gracia y amor. Abrumado
por la terrible gloria de la escena, Ezequiel cayó sobre su rostro,
cuando una voz le ordenó que se levantase y oyese la palabra del
Señor. Entonces se le dió un mensaje de amonestación para Israel.
Esta visión fué dada a Ezequiel en un tiempo en que su mente
estaba llena de presentimientos lóbregos. Veía la tierra de sus padres
desolada. La ciudad que había estado llena de habitantes ya no los
tenía. La voz de la alegría y el canto de alabanza no se oían más en
sus muros. El profeta mismo era forastero en un país extraño, donde
reinaban supremas la ambición ilimitada y la crueldad salvaje. Lo
que veía y oía acerca de la tiranía humana y el mal angustiaba su
alma, y lloraba amargamente día y noche. Pero los símbolos admira-
bles presentados delante de él al lado del río Quebar, le revelaron un
poder predominante que era más poderoso que el de los gobernan-
tes terrenales. Sobre los monarcas orgullosos y crueles de Asiria y
Babilonia, se entronizaba el Dios de misericordia y verdad.
Las complicadas ruedas que al profeta le parecían envueltas en
confusión, estaban bajo la dirección de una mano infinita. El Espíritu
de Dios que, según la revelación, movía y dirigía estas ruedas, sacaba
armonía de la confusión; de tal manera que todo el mundo estaba
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bajo su dominio. Miríadas de seres glorificados estaban listos para
predominar a su orden contra el poder y la política de los hombres
malos, y reportar beneficio a sus fieles.
La misma seguridad para la iglesia remanente
De igual manera, cuando Dios estaba por revelar al amado Juan
la historia de la iglesia durante los siglos futuros, le reveló el interés
y cuidado del Salvador por su pueblo, mostrándole “uno semejante al
Hijo del hombre,” que andaba entre los candeleros que simbolizaban
a las siete iglesias. Mientras se le mostraban a Juan las últimas
grandes luchas de la iglesia con las potencias terrenales, también se
le permitió contemplar la victoria final y la liberación de los fieles.
Vió a la iglesia en conflicto mortífero con la bestia y su imagen, y
la adoración de esa bestia impuesta bajo la pena de muerte. Pero
mirando más allá del humo y el estruendo de la batalla, contempló