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Joyas de los Testimonios 2
Nos permitimos sentir demasiada congoja, preocupación y per-
plejidad en la obra del Señor. No son los hombres finitos quienes han
de llevar la carga de la responsabilidad. Necesitamos confiar en Dios,
creer en él y avanzar. La incansable vigilancia de los mensajeros
celestiales, y su incesante actividad en su ministerio en relación con
los seres terrenales, nos muestra cómo la mano de Dios está guiando
una rueda dentro de otra rueda. El Instructor divino dice a todo aquel
que desempeña una parte en su obra, como dijo antiguamente a Ciro:
“Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste.”
Isaías 45:5
.
En la visión de Ezequiel, Dios tenía su mano debajo de las alas
de los querubines. Esto enseña a sus siervos que el poder divino es
lo que les da éxito. Obrará con ellos si quieren apartar la iniquidad y
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llegar a ser puros en su corazón y vida.
La luz resplandeciente que cruza entre los seres vivientes con
la rapidez del relámpago representa la rapidez con que esta obra
avanzará finalmente hacia su terminación. El que no duerme, que
está continuamente obrando para lograr sus designios, puede realizar
su gran obra armoniosamente. Lo que a las mentes finitas parece
enredado y complicado, la mano de Dios lo puede mantener en
perfecto orden. El puede crear medios y recursos para estorbar los
propósitos de los hombres impíos; e introducirá confusión en los
consejos de aquellos que maquinan agravios contra su pueblo.
Hermanos, no es ahora tiempo de llorar y desesperar, ni tampoco
de ceder a la duda e incredulidad. Cristo no es ahora un Salvador
que esté en la tumba nueva de José, cerrada con una gran piedra y
sellada con el sello romano; tenemos un Salvador resucitado. El es
el Rey, el Señor de los ejércitos; se sienta entre los querubines, y en
medio de la disensión y tumulto de las naciones guarda todavía a
su pueblo. El que reina en los cielos es nuestro Salvador. El mide
toda prueba. Vigila el fuego del horno que ha de probar cada alma.
Cuando las fortalezas de los reyes sean derribadas, cuando las saetas
de la ira de Dios atraviesen el corazón de sus enemigos, su pueblo
estará salvo en sus manos.
* * * * *
Bajo la dirección de Dios
—A veces las cosas van mal a causa
de algunos obreros no consagrados. Podéis llorar el resultado de la