Página 348 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
almas. Satanás y su hueste están también obrando, procurando de
toda manera posible engañar y destruir. El Señor nos ordena: “Ves-
tíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra
las acechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre
y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores
del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espiri-
tuales en los aires.”
Efesios 6:11, 12
. Día tras día sigue la batalla. Si
pudiesen abrirse nuestros ojos para ver obrar a los agentes buenos
y malos, no habría trivialidades, ni vanidad ni bromas. Si cada uno
quisiera revestirse de toda la armadura de Dios y pelear virilmente
las batallas del Señor, se ganarían victorias que harían temblar el
reino de las tinieblas.
Ninguno de nosotros debe ir al congreso dependiendo de los
ministros o los obreros bíblicos para que la reunión resulte ben-
decida. Dios no quiere que su pueblo se apoye por completo en
los pastores. No quiere que se debilite dependiendo de la ayuda de
los seres humanos. No deben los creyentes apoyarse como niños
impotentes sobre alguien como si fuese un puntal. Como mayor-
domo de la gracia de Dios, cada miembro de la iglesia debe sentir
la responsabilidad personal de tener vida y raíz en sí mismo. Cada
uno debe sentir que, en cierta medida, depende de él el éxito de la
reunión. No digáis: “No soy responsable. No tendré nada que hacer
en esta reunión.” Si éstos son vuestros sentimientos, dais a Satanás
oportunidad de trabajar por vuestro intermedio. El llenará vuestra
mente de pensamientos, y os dará algo que hacer en sus filas. En vez
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de reunir con Cristo, estaréis dispersando.
El éxito de la reunión depende de la presencia y el poder del
Espíritu Santo. Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera
orar por el derramamiento del Espíritu. Y en cuanto esté en nuestro
poder, debemos suprimir todo lo que impida que obre. El Espíritu
no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia
alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros. La
envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de
Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo
no obre. No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como
su iglesia. No hay nada que él custodie con cuidado más celoso.
No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique