Página 349 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Los congresos
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la influencia de aquellos que le sirven. El llamará a cuenta a todos
aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
Los que están destituídos de simpatía, ternura y amor, no pueden
hacer la obra de Cristo. Antes que pueda cumplirse la profecía de
que el débil será “como David,” y la casa de David “como el ángel
de Jehová” (
Zacarías 12:8
), los hijos de Dios deben poner a un
lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos.
Los corazones deben latir al unísono. Deben manifestarse mucho
más abundantemente la benevolencia cristiana y el amor fraternal.
Repercuten en mis oídos las palabras: “Uníos, uníos.” La verdad
solemne y sagrada para este tiempo debe unificar al pueblo de Dios.
Debe morir el deseo de preeminencia. Un tema de emulación debe
absorber todos los demás: “¿Quién se asemejará más a Cristo en su
carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?”
“En esto es glorificado mi Padre—dice Cristo—en que llevéis
mucho fruto.”
Juan 15:8
. Si hubo alguna vez un lugar en que los
creyentes deben llevar mucho fruto, es en nuestros congresos. En
estas reuniones nuestros actos, nuestras palabras, nuestro espíritu,
quedan anotados, y nuestra influencia es tan abarcante como la
eternidad.
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La transformación del carácter ha de atestiguar al mundo que
el amor de Cristo mora en nosotros. El Señor espera que su pueblo
demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el
carácter deficiente, y hacerlo desarrollarse simétricamente para que
lleve abundante fruto.
Pero a fin de que cumplamos el propósito de Dios, debe hacerse
una obra preparatoria. El Señor nos ordena que despojemos nuestro
corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. El anhela
derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y
nos ordena que limpiemos el camino por el renunciamiento. Cuando
entreguemos el yo a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las
piedras de tropiezo que nuestra falta de cristianismo ha colocado en
el camino ajeno. Dios nos ordena que las eliminemos todas. Dice:
“Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los
otros, para que seáis sanos.”
Santiago 5:16
. Entonces podemos tener
la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su
pecado oró: “Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me