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Joyas de los Testimonios 2
nuestras instituciones. Pero éste no es el momento de arriar nuestra
bandera o avergonzarnos de nuestra fe. El estandarte distintivo,
descrito con las palabras, “aquí está la paciencia de los santos; aquí
están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”
(
Apocalipsis 14:12
), debe flamear sobre el mundo hasta el fin del
tiempo de gracia. Al paso que han de aumentarse los esfuerzos para
avanzar en diversas localidades, no debe encubrirse en modo alguno
nuestra fe con el fin de obtener patrocinio. La verdad ha de llegar
hasta las almas que están a punto de perecer, y si de alguna manera
ello es impedido, Dios queda deshonrado y la sangre de las almas
estará sobre nuestras vestiduras.
Mientras los que están vinculados a nuestras instituciones anden
humildemente con Dios, los seres celestiales cooperarán con ellos;
pero recuerden todos el hecho de que Dios ha dicho: “Yo honraré
a los que me honran.”
1 Samuel 2:30
. Ni por un momento debiera
darse a alguno la impresión de que sería beneficioso para él ocultar
su fe y sus doctrinas a los incrédulos del mundo, por temor a que
no le tendrán en tan alta estima si llegan a conocer sus principios.
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Cristo demanda de todos sus seguidores una confesión de fe abierta
y varonil. Cada cual ha de colocarse en su puesto y ser lo que Dios
quiso que sea: un espectáculo para el mundo, los ángeles y los
hombres. El universo entero mira con interés indecible para ver el
fin de la gran controversia entre Cristo y Satanás. Todo cristiano ha
de ser una luz, no escondida debajo de un almud o de una cama, sino
colocada en el candelero para que alumbre a todos los que están en
la casa. No se relegue jamás a último término la verdad de Dios por
cobardía o conveniencia mundana. ...
* * * * *
La educación dada a los jóvenes amolda toda la estructura so-
cial. Por todo el mundo la sociedad está en desorden y se necesita
una completa transformación. Muchos creen que mejores recursos
educacionales, mayor pericia y métodos más recientes pondrán las
cosas en su lugar. Profesan creer y aceptar los oráculos vivos, y, no
obstante, dan a la Palabra de Dios un puesto inferior en el gran cua-
dro de la educación. Lo que debiera estar primero es hecho accesorio
de las invenciones humanas.