Página 388 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

Basic HTML Version

Carácter y obra de los maestro
La obra hecha en nuestras escuelas no ha de asemejarse a la que
se hace en los colegios y seminarios del mundo. En la grandiosa tarea
de la educación, la enseñanza de las ciencias no ha de ser de carácter
inferior, pero se ha de considerar de primera importancia aquel
conocimiento que habilite a un pueblo para estar firme en el gran
día de la preparación de Dios. Nuestras escuelas deben asemejarse
más a las escuelas de los profetas. Deben ser escuelas preparatorias
donde los alumnos sean puestos bajo la disciplina de Cristo para
aprender del Gran Maestro. Deben ser escuelas familiares donde
cada estudiante reciba ayuda especial de parte de sus maestros como
los miembros de la familia debieran recibirla en el hogar. Se han
de fomentar la ternura, la simpatía, la unidad y el amor. Debe haber
maestros abnegados, consagrados y fieles, que constreñidos por el
amor de Dios y llenos de ternura, cuiden de la salud y felicidad de
los alumnos, y procuren hacerlos progresar en toda rama importante
del saber.
Deben elegirse maestros entendidos para nuestras escuelas,
maestros que se sientan responsables ante Dios por grabar en las
inteligencias la necesidad de conocer a Cristo como Salvador perso-
nal. Desde el grado más alto al más bajo, deben demostrar especial
cuidado por la salvación de los alumnos y mediante su esfuerzo per-
sonal procurarán guiar sus pies por senderos rectos. Deben mirar con
compasión a aquellos que han sido mal enseñados en la infancia y
tratar de remediar defectos que, si se conservan, perjudicarán grande-
mente el carácter. No puede hacer esta obra quien no haya aprendido
primero en la escuela de Cristo la debida manera de enseñar.
Todos los que enseñan en nuestras escuelas deben tener una
[426]
unión íntima con Dios y una perfecta comprensión de su Palabra,
a fin de que puedan volcar la sabiduría y el conocimiento divinos
en la obra de educar a los jóvenes para su utilidad en esta vida y
para la vida futura e inmortal. Deben ser hombres y mujeres que
Testimonios para la Iglesia 6:152-156 (1900)
.
384