Página 392 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Palabras de un maestro divin
En sueños de la noche me hallaba yo entre una gran compañía
en la que el tema de la educación agitaba la mente de todos los
presentes. Muchos presentaban objeciones en cuanto a cambiar el
carácter de la educación que había estado en boga por largo tiempo.
Uno que desde mucho tiempo había sido nuestro enseñador hablaba a
los congregados. Decía: “El asunto de la educación debiera interesar
a toda la organización adventista del séptimo día. Las decisiones
concernientes al carácter de nuestra obra escolar no debieran dejarse
del todo a los directores y maestros.”
Algunos insistían enérgicamente en que se estudiasen ciertos
autores incrédulos y recomendaban los mismos libros condenados
por el Señor y que, por lo tanto, no debieran, en manera alguna,
sancionarse. Después de mucha conversación y discusión acaloradas,
nuestro instructor se adelantó, y tomando en la mano ciertos libros
por los cuales se había abogado calurosamente, considerándolos
esenciales para una educación superior, dijo: “¿Hallaréis en estos
autores sentimientos y principios que permitan colocarlos sin peligro
alguno en manos de los alumnos? Las inteligencias humanas quedan
con facilidad fascinadas por los engaños de Satanás, y estas obras
producen desagrado por el estudio de la Palabra de Dios, la cual,
si se la recibe y aprecia, asegura la vida eterna. Vosotros sois seres
sujetos a hábitos, y debéis recordar que los hábitos correctos son
bendiciones tanto en sus efectos sobre vuestro carácter como en
su influencia benéfica sobre los demás; empero los malos hábitos,
una vez establecidos, ejercen un poder despótico y esclavizan las
inteligencias. Si nunca hubierais leído una sola palabra en estos
libros, seríais hoy mucho más capaces de comprender el Libro más
digno de ser estudiado y que da las únicas ideas correctas sobre
educación.
“El hecho de que haya sido costumbre incluir estos autores entre
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los libros de texto y de que esta costumbre sea muy antigua no es
Testimonios para la Iglesia 6:162-167 (1900)
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