Página 40 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
su mente siga esta tendencia; “porque de la abundancia del corazón
habla la boca.”
Mateo 12:34
.
Como el número de los que practican estos pecados contami-
nadores aumenta constantemente en el mundo, y ellos quisieran
introducirse en nuestras iglesias, os amonesto a que no les déis cabi-
da. Apartaos del seductor. Aunque profese seguir a Cristo, es Satanás
en forma humana; ha tomado prestada la librea del cielo para servir
mejor a su señor. No debierais ni por un momento dar cabida a una
sugestión impura y disfrazada; porque aun esto manchará el alma,
como el agua impura contamina el conducto por el cual pasa.
“La muerte antes que el deshonor”
Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros
amigos o cualquier sufrimiento, antes que contaminar el alma con
el pecado. La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la
ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como pueblo
que profesa ser constituído por reformadores que atesoran las más
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solemnes y purificadoras verdades de la Palabra de Dios, debemos
elevar la norma mucho más alto de lo que está puesta actualmente.
El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados
prestamente, a fin de que no contaminen a otros. La verdad y la
pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar de
Acanes el campamento. No toleren el pecado en un hermano los
que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus
pecados o ser separado de la iglesia.
Cuando los miembros individuales de la iglesia obren como
verdaderos seguidores del manso y humilde Salvador, entonces será
menos común encubrir y excusar el pecado. Todos se esforzarán por
obrar como en la presencia de Dios. Comprenderán que su ojo que
todo lo ve, está siempre sobre ellos, y que él discierne el pensamiento
más secreto. El carácter, los motivos, los deseos y propósitos, son
tan claros como la luz del sol para los ojos del Omnipotente. Pero
pocos tienen esto presente. La inmensa mayoría no comprende cuán
terrible cuenta tendrán que dar en el tribunal de Dios todos los
transgresores de su ley.
¿Podéis conformaros con un nivel bajo vosotros los que habéis
profesado recibir tan grande luz? ¡Oh, cuán ferviente y constan-