Página 465 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Nuestro deber hacia los domésticos de la fe
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esperar ayuda de cualquiera que los quiera sostener. Esta no es la
debida clase de obra misionera. No está en armonía con el plan de
Dios.
Donde quiera que se establezca una iglesia, sus miembros deben
hacer una obra fiel por los creyentes menesterosos. Pero no deben
cesar con esto. Deben ayudar también a otros, sin tener en cuenta su
fe. Como resultado de un esfuerzo tal, algunos de éstos recibirán las
verdades especiales para este tiempo.
Los pobres, los enfermos y los ancianos
“Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos
en alguna de tus ciudades, en tu tierra que Jehová tu Dios te da, no
endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre:
mas abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que
basta, lo que hubiere menester. Guárdate que no haya en tu corazón
perverso pensamiento, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la
remisión; y tu ojo sea maligno sobre tu hermano menesteroso para
no darle: que él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te imputará a
pecado. Sin falta le darás, y no sea tu corazón maligno cuando le
dieres: que por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos,
y en todo lo que pusieres mano. Porque no faltarán menesterosos
de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás
tu mano a tu hermano, a tu pobre, y a tu menesteroso en tu tierra.”
Deuteronomio 15:7-11
.
Por ciertas circunstancias, algunos de los que aman y obedecen
a Dios, se empobrecen. Los hay que no son cuidadosos ni saben
administrar sus cosas. Otros son pobres por causa de enfermedad y
desgracia. Cualquiera que sea la causa, sufren necesidad y auxiliarlos
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es un ramo importante de la obra misionera.
Todas nuestras iglesias deben cuidar de sus propios pobres. Nues-
tro amor hacia Dios debe expresarse haciendo bien a los menestero-
sos y dolientes de la familia de la fe, cuyas necesidades conocemos
y debemos atender. Cada alma está bajo la obligación especial para
con Dios de fijarse con compasión particular en sus pobres dignos.
Por ningún pretexto debe pasárselos por alto.
Pablo escribió a la iglesia de Corinto: “Asimismo, hermanos,
os hacemos saber la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias