Página 464 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Nuestro deber hacia los domésticos de la f
Dos clases de pobres hay siempre entre nosotros: los que se
arruinan por su propia conducta independiente y continúan en su
transgresión, y los que por amor de la verdad han sido puestos en
estrecheces. Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros
mismos, y si lo hacemos obraremos correctamente con ambas clases
bajo la dirección y el consejo de la sana prudencia.
No cabe la menor duda acerca de los pobres del Señor. Se les
debe ayudar en todos los casos en que ello sea para su beneficio.
Dios quiere que su pueblo revele a un mundo pecaminoso que
no lo ha dejado perecer. Debemos esmerarnos en ayudar a aquellos
que por causa de la verdad son expulsados de sus casas y obligados
a sufrir. Cada vez más, habrá necesidad de corazones grandes y
generosos, que, llenos de abnegación, se encarguen de esas personas
a quienes el Señor ama. Los pobres que haya entre el pueblo de
Dios no deben ser dejados sin que sus necesidades sean suplidas.
Debe hallarse alguna manera por la cual puedan ganarse la vida.
A algunos será necesario enseñarles a trabajar. Otros que trabajan
arduamente y se ven recargados hasta lo sumo para sostener sus
familias, necesitarán auxilio especial. Debemos interesarnos en esos
casos, y ayudarles a conseguir empleo. Debe haber un fondo para
ayudar a estas familias pobres dignas, que aman a Dios y guardan
sus mandamientos.
Debe ejercerse cautela para que los recursos que se necesitan
para esta obra no sean desviados hacia otros fines. Auxiliar a los
pobres que, por observar los mandamientos de Dios, se ven reducidos
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a padecer necesidad, es cosa muy diferente de lo que sería dejarlos
en el abandono para ayudar a personas blasfemas que pisoteen los
mandamientos de Dios. Y Dios ve la diferencia. Los observadores
del sábado no deben pasar por alto a los dolientes y menesterosos
del Señor, para asumir la carga de sostener a aquellos que continúan
transgrediendo la ley de Dios, a aquellos que se han acostumbrado a
Testimonios para la Iglesia 6:269-272 (1900)
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