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Joyas de los Testimonios 2
de Macedonia: que en grande prueba de tribulación, la abundancia
de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas, yo
testifico, y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos,
que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio para los
santos. Y no como lo esperábamos, mas aun a sí mismos se dieron
primeramente al Señor, y a nosotros por la voluntad de Dios. De
manera que exhortamos a Tito, que como comenzó antes, así también
acabe esta gracia entre vosotros también.”
2 Corintios 8:1-6
.
Había habido hambre en Jerusalén, y Pablo sabía que muchos
de los cristianos habían sido esparcidos, y que los que permanecían
iban a quedar probablemente privados de simpatía humana y verse
expuestos a la enemistad religiosa. Por lo tanto, exhortó a las iglesias
a mandar ayuda pecuniaria a sus hermanos de Jerusalén. La cantidad
recogida por las iglesias excedió lo que esperaban los apóstoles.
Constreñidos por el amor de Cristo, los creyentes dieron liberalmente
y se llenaron de gozo por haber podido expresar así su gratitud al
Redentor y su amor hacia los hermanos. Tal es la verdadera base de
la caridad según la Palabra de Dios.
Se hace constantemente hincapié en la necesidad de cuidar a
nuestros hermanos y hermanas ancianos que no tienen hogares. ¿Qué
puede hacerse por ellos? La luz que el Señor me ha dado ha sido
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repetida: No es lo mejor establecer instituciones para el cuidado de
los ancianos, a fin de que puedan estar juntos en compañía. Tampoco
se los debe despedir de la casa para que sean atendidos en otra parte.
Que los miembros de cada familia atiendan a sus propios parientes.
Cuando esto no es posible, la obra incumbe a la iglesia, y debe ser
aceptada como un deber y privilegio. Todos los que tienen el espíritu
de Cristo considerarán a los débiles y ancianos con respeto y ternura
especiales.
Dios permite que sus pobres estén dentro de cada iglesia. Siem-
pre los habrá entre nosotros, y el Señor coloca sobre los miembros de
cada iglesia una responsabilidad personal en lo referente a cuidarlos.
No debemos transferir nuestra responsabilidad a otros. Debemos
manifestar hacia los que están entre nosotros el mismo amor y sim-
patía que Cristo manifestaría si estuviese en nuestro lugar. Seremos
así disciplinados y preparados para trabajar en las actividades de
Cristo.