Página 472 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
puede hacer bien a nuestros semejantes. Los esfuerzos espasmódicos
para hacer bien causan con frecuencia mayor perjuicio que beneficio.
Los métodos de ayudar a los menesterosos deben ser considera-
dos con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque
él sabe mejor que los mortales de vista tan corta cómo debe cuidarse
a las criaturas que él ha hecho. Hay quienes dan sin discriminación a
todo aquel que solicita su ayuda. En esto yerran. Al tratar de ayudar
a los menesterosos, debemos esmerarnos por darles la ayuda debida.
Ciertas personas continuarán haciéndose objetos especiales de la ca-
ridad mientras se les ayude. Dependerán de otros mientras vean algo
de lo cual puedan depender. Dándoles más tiempo y atención que lo
debido, podemos estimular su ociosidad, incapacidad, extravagancia
e intemperancia.
Cuando damos a los pobres debemos preguntarnos: “¿Estoy es-
timulando la prodigalidad? ¿Estoy ayudándoles o perjudicándoles?”
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Nadie que puede ganarse la vida tiene derecho a depender de los
demás.
El dicho: “El mundo me debe el sostén,” tiene en sí la esencia
de la mentira, del fraude y el robo. El mundo no debe el sostén a
nadie que pueda trabajar y ganarse la vida. Pero si alguno llega a
nuestra puerta y pide alimento, no debemos despedirlo hambriento.
Su pobreza puede ser el resultado de la desgracia.
Debemos ayudar a los que, con grandes familias que sostener,
tienen que luchar constantemente con la debilidad y la pobreza. Más
de una madre viuda con sus niños privados del padre trabaja más de
lo que sus fuerzas le permiten a fin de conservar a sus pequeñuelos
consigo y proveerles alimento y ropa. Muchas madres tales han
muerto por exceso de trabajo. Cada viuda necesita el consuelo de las
palabras alentadoras, y muchas son las que debieran recibir ayuda
material.
Algunos hombres y mujeres de Dios, algunas personas de dis-
cernimiento y sabiduría, debieran ser designadas para atender a los
pobres y menesterosos, en primer lugar a los de la familia de la fe.
Dichas personas deben dar a la iglesia su informe y su parecer acerca
de lo que debe ser hecho.
En vez de estimular a los pobres a pensar que pueden conseguir
que se les provea gratis o casi gratis lo que necesitan para comer
y beber, debemos ponerlos en situación de ayudarse a sí mismos.