Página 477 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

Basic HTML Version

El cuidado de los huérfanos
473
por los niños que no son de su propia familia, y especialmente por
aquellos que no pueden recibir consejos ni dirección de sus propios
padres. El Señor invita a todo miembro de la iglesia a cumplir su
deber hacia esos huérfanos.
Al atender a los niños no debemos obrar simplemente por deber,
sino por amor, porque Cristo murió para salvarlos. Cristo compró
estas almas que necesitan nuestro cuidado, y espera de nosotros
que las amemos como él nos amó en nuestros pecados y extravíos.
El amor es el medio por el cual Dios obra para atraer el corazón
hacia sí; porque “Dios es amor.” En toda empresa de misericordia,
es únicamente este principio el que puede dar eficiencia; lo finito
debe unirse con el Infinito.
Esta obra en favor de los demás requerirá esfuerzo, abnegación
y sacrificio propio. Pero ¿qué es el pequeño sacrificio que podemos
hacer en comparación con el sacrificio que Dios hizo por nosotros
en el don de su Hijo unigénito?
Dios nos imparte su bendición para que podamos impartirla a
otros. Cuando le pedimos nuestro pan cotidiano, él mira nuestro
corazón para ver si queremos compartirlo con los que lo necesitan
más que nosotros. Cuando oramos: “Dios, sé propicio a mí pecador,”
quiere ver si manifestaremos compasión hacia aquellos con quienes
tratamos. Damos evidencia de nuestra relación con Dios, si somos
misericordiosos como lo es nuestro Padre celestial.
[522]
Dios está siempre dando; y ¿a quiénes concede sus dones? ¿A
los de carácter intachable? El “hace que su sol salga sobre malos y
buenos, y llueve sobre justos e injustos.”
Mateo 5:45
. No obstante el
carácter pecaminoso de la humanidad, a pesar de que tan a menudo
agraviamos el corazón de Cristo, y no merecemos el perdón cuando
se lo pedimos, él no nos rechaza. Nos ofrece gratuitamente su amor,
y nos invita: “Que os améis unos a otros: como os he amado.”
Juan
13:34
.
Hermanos y hermanas, os pido que consideréis cuidadosamente
este asunto. Pensad en las necesidades de los huérfanos. ¿No se
conmueven vuestros corazones cuando presenciáis sus sufrimientos?
Ved si no puede hacerse algo para atender a estos seres impotentes.
En la medida en que podáis hacerlo, dad hogar a los que no lo tienen.
Esté cada uno listo para ayudar en esta obra. El Señor dijo a Pedro:
“Apacienta mis corderos.” Esta orden nos es dirigida, y abriendo